martes, 19 de mayo de 2009

Imperdible

Publicada en en la sección Misión Gula, del diario Tal Cual, el viernes 15 de mayo de 2009, esta crónica da cuenta del pequeño país que viaja y bebe sin medir sus miserias.

Petrus rojo rojito
Miro Popic



Señor Presidente: Aún recuerdo una alocución suya donde llamaba a todo el mundo a apretarse el cinturón y a prescindir de los gastos innecesarios, los viáticos, viajes, etc., especialmente entre los funcionarios de la administración pública. Me parece correcto que así sea y ojalá se cumpla, pero parece que no todos sus colaboradores escucharon esas palabras. Yo sé que usted lee a Teodoro y espero que haya llegado también hasta esta página 23 de los viernes. Le tengo un chisme que no lo es tanto, sino que está corroborado por la prensa francesa. Empiezo por el santo y luego por el milagro. Le recomiendo que busque entre su gente quiénes fueron los funcionarios que viajaron a Francia en febrero de 2009 en misión oficial y sabrá quiénes son los que no le hacen caso.
La Revue du Vin de France (la Revista del Vino de Francia), en su edición del mes pasado, da cuenta de una bolivariana cena efectuada en el prestigioso restaurante La Tour D’Argent (La Torre de Plata), 15-17 quai de la Tournelle, París 5, teléfono 0134542331. Es verdad que este restaurante ya no es lo que era antes, cuando iban mucho los adecos de entonces, pero sigue conservando su encanto burgués que tanto seduce a ciertos rojos rojitos, y forma parte de la historia de la gastronomía francesa, especialmente por su caneton a l’orange y su cava de vinos, con más de 500 mil botellas, con lo más exquisito de la enología del mundo.
Ocurre que en una mesa ocupada por venezolanos en misión oficial, donde se comió y bebió sólo lo mejor, como debe ser, tratándose de hijos de Bolívar, se descorchó como broche de oro nada menos que una botella de vino rojo llamado Petrus 1982, a un precio de sólo 17.000 euros. Sí, leyó bien, diecisiete mil euros, que multiplicados por no sé cuánto, da algo así como unos 136 mil bolívares fuertes, que tanta falta le hacen a nuestras universidades, por ejemplo. No sé si lo ordenaron porque sabían lo que estaban pidiendo, o porque era el más caro de la carta, cosa que es costumbre entre la nueva clase que nos gobierna.
¿Que qué es Petrus? Le cuento. Para muchos es el mejor y más caro vino del mundo. Viene de Burdeos, del Pomerol, de una modesta propiedad de poco más de 11,5 hectáreas, inexpropiables, por más que Elías Jaua quiera, donde la sencillez e inteligencia de generaciones logran elaborar cada año unas pocas botellas de un jugo de uvas maravilloso y mágico. Es un vino 95% Merlot y 5% cabernet franc. Proviene de cepas antiguas de más de 50 años, cultivadas en un suelo arcilloso azulado, duro, rico en hierro, con un drenaje que regula la humedad y permite el desarrollo especial de las uvas. Aquí fue donde comenzó en 1971 lo que se llama “poda en verde”, que consiste en dejar sólo unos pocos racimos por planta, con bajo rendimiento, para que logren concentrar aromas y riquezas únicas, que es lo que al final hace la diferencia. La vendimia, contrariamente a lo habitual, se hace al mediodía y no en las mañanas, para evitar la humedad e, incluso a veces, se utilizan helicópteros para generar corrientes de aire que sequen los racimos, o calentadores para alejar las heladas, o cubiertas de plástico para evitar las lluvias tempraneras, etc. Se vinifica en depósitos de cemento, se juntan las prensadas y se deja unos 20 meses en barricas nuevas, trasegándose cada tres meses. Anualmente salen entre 15 mil y 40 mil botellas que ya están vendidas incluso años antes de ser cosechadas las uvas. En primeur sale a unos 200 euros la botella, que luego va subiendo de precio según la añada y el envejecimiento hasta llegar a los 17 mil que pagaron sus empleados con el dinero de todos los venezolanos.
Confieso que he probado dos veces Petrus, las dos veces invitado, obviamente. No puedo afirmar que sea el mejor vino del mundo, pero sí que se trata de algo maravilloso, excepcional, único, inimitable, mágico. Un vino de terciopelo que se queda para siempre en el paladar, eternizado en nuestra memoria gustativa.
Si los compatriotas que mandaron descorchar ese Petrus de 136 millones de bolívares viejos lo pagaron de su bolsillo, cosa que dudo, no hay problema alguno. Pero si lo pagaron del presupuesto nacional que nos corresponde a todos, merecen el paredón, no tanto por los reales derrochados, sino porque seguro no supieron apreciar lo que estaban haciendo.
¡Patria, Petrus o Muerte…
Beberemos!

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