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lunes, 5 de enero de 2015

Apología al café

Apología al CAFÉ
@JacGoldberg 
El aroma de café recién colado desata pasiones e incluso acalorados deseos. Escritores, pintores y músicos, por nombrar unos pocos, han dedicado obras a su amargor y efluvios. A continuación, una galería noticiosa que va desde máquinas de espressos, hasta baristas y libros
ARTICULO COMPLETO EN CLIMAX

domingo, 30 de septiembre de 2012

Poesía y café

Café
© Eugenio Montejo
(Del libro Alfabeto del mundo)

Foto tomada de Informe 21

A Francisco Pérez Perdomo

 Al dibujar cada palabra,
detrás de su color, ritmo, latido,
siempre soñé dejar llena, secreta,
alguna taza de café
que se beba entre las líneas.

Café con el aroma de las horas
y la mesa en el aire
donde al primer hervor los vivos y los muertos
levitemos.
Amable duende que nos sigue por el mundo
con densas vaharadas. Café natal, sentimental,
¿qué pruebo en su sabor, qué bebo?
–A grandes sorbos bebo tiempo,
bebo mi vida gota a gota,
la que he perdido y vuelve, la que queda
humeante aún ante mis ojos, esperándome.

Café del alba, amargo, recién hecho,
que nos trae a la cama
algún canto remoto del gallo.

Café de las ciudades fugaces, imprevistas,
que sabe a las voces de su gente,
al rumor de sus ríos imaginarios.

El café gris de las estatuas en la lluvia,
tan frío en su boca de mármol.

El café azul del pájaro,
el verde inmenso de los soleados platanales
y el café de los ausentes,
dormido en nuestra sangre.

Sólo para avivar su aroma escribo a tientas
al dictado del fuego.
Sólo para servirlo siempre dejé oculta
alguna taza que se beba entre líneas,
detrás de mis palabras.

martes, 15 de marzo de 2011

Del té al café en un mismo día

Kepén y Carbone Expresso
hacen de Caracas una gran ciudad




Hace unos días la periodista de El Mundo (Venezuela), Lisseth Boon, me entrevistó para un reportaje sobre “El negocio gastronómico”. Preguntaba si Caracas seguía siendo la gran capital restauradora que su fama señala. Telefónicamente contesté que no estaba segura, que la calidad y variedad había disminuido con la crisis reciente, que el problema del servicio es severo, que los costos demasiado altos harán sucumbir a numerosos locales. Un panorama desolador que me dejó mal sabor.
Pero el viernes pasado la ciudad me dio una gran lección y si bien no podemos compararnos con Lima o Nueva York, Caracas propone un recorrido gourmet que no siembra ningún tipo de envidias.

Té a media mañana

Ese viernes, poco antes del almuerzo, estuve en Kepén, un negocio exitoso donde la pasión por el té y la comida saludable hablan de un país que está cambiando de rutinas, que aprende de lo bueno. Tienen cinco tiendas en Caracas, dos en Maracaibo y una en Maiquetía. Su propietaria Omarly Alcina, es una sabia en materia de té —ha dado la vuelta al mundo buscando los mejores productos y conocimientos— y habla con tal pasión sobre lo que hace y sueña, que no puede uno más que admirarla y aceptar que la suya es la manera correcta de ver el mundo: “yo siempre veo el vaso medio lleno”, me dijo, regalándome lo que justo ese día necesitaba.

Omarly Alcina

En esa oportunidad —soy asidua confesa— tomé un té blanco con granada por sugerencia de Alcina, “porque es una armonía excelente para acompañar los postres si no te quieres empalagar, porque es un limpia boca, es decir, logra que cada bocado sea como el primero”.

Café a mediatarde

Antes del anochecer llevé a Jacobo —un amigo español que partía de regreso a su país al día siguiente— al templo de Pietro Carbone en Altamira, Nino Carbone Boutique, donde prometí degustaría el expresso que no logró beber en sus quince días en Venezuela. Y como siempre, no sólo no quedé mal, sino que gané indulgencia con escapulario ajeno. La pasión de Carbone por el barismo le hace servir el mejor café de Caracas, que incluye una conversa maravillosa sobre su propuesta y el producto que utiliza —tostado bajo su supervisión— y una cata de seriedad implacable: primero un expresso, luego un capuchino y para finalizar un Bombón, creatura de Pietro que lleva café, vainilla y leche condensada.
Jacobo se fue feliz y yo quedé convencida de que sigo viviendo en una gran ciudad, que el asombro no debe abandonarme pase lo que pase, que no quiero dejar de vivir cada día —con sus bocados, bocanadas y vocablos— como si fuese el último.

Pietro Carnobe


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domingo, 30 de enero de 2011

Pasión, café y más café

Carbone espresso


En Venezuela beber un café callejero es asunto complicado. Puede uno solicitar al mesonero o en una barra, entre otra cantidad de opciones:

Café con lágrima
Tetero
Con leche clarito
Con leche oscuro
Marrón claro
Marrón oscuro
Marrón ni tan claro ni tan oscuro
Guayoyo
Expresso

Al listín se añaden cafés sofisticados —Machiatto, Café irlandés, etc—servidos en lugares más serenos que una arepera, pero en los que todavía queda la opción del desparpajo de decir: “échemele un poquito más de leche”, “no muy caliente”, “que eche humo”.
Hacer café en Venezuela es un ejercicio de prestidigitación cromática. El café pasa a ser asunto tan extremadamente cotidiano que pierde gracia: es excusa, acto inconciente, pacto socializador, a veces vicio y veneno. Nos acostumbramos al “lo que sea”, “cómo venga”. Pocos reclaman un mal café con la certeza de que habrá muchos otros, quizá mejores, que no hay porqué ser exigentes, que un café es un café es un café.

Hoy, siguiendo la pista a no pocos rumores cibernéticos, me enrumbé hacia la boutique Nino Carbone, de enorme tradición caraqueña. Se dice, se escribe, que allí el hijo del mítico sastre, Pietro Carbone, hizo del café que toda la vida se ha servido a la clientela, una pequeña joyería. Y así es. Tuve la suerte de que él mismo me abriera la puerta y me condujera a la barra ubicada en el fondo de la tienda, donde un sofá Chesterfield propone un rato de paz. El propio Pietro —Master barista— nos sirvió para comenzar un espresso cuya calidad hizo innecesaria azúcar. Luego vino lo que el asumió como un simple Capuccino, pero cuya cremosidad hablaba de secretos, tradición, una Italia lejana dialogando con granos escogidos del mejor café venezolano, tostado bajo su propia supervisión. Por último probamos el llamado Bombón: leche condensada, café y leche en lujosas capas de coctelería.
Soy poco bebedora de café, incluso hace algo de daño al perenne sismo de mis manos. Pese a haber bebido dos tazas, me he sentido muy bien luego: la cafeína en un grano tostado con precisión disminuye su potencia y resalta aromas, sabores, memorias, disfrutes. Y es justamente el tostado del café que consigue Carbone lo que hace de sus preparaciones verdaderas ofrendas para un alma atardecida de ciudad.


A estas horas ya no estoy muy segura de si disfruté más el café o la conversa del barista. O ambos. Si, ambas maravillas se mezclaron abriendo puertas a otra dimensión de la bebida. Pietro Carbone habla como pocos sobre café, su pasión es desbordada y desbordante, por eso quienes han hecho sus cursos de Barismo terminan eufóricos y conformando una suerte de secta del placer que buscan una calma a la que no invitan bebedizos de por ahí.
Nos cuenta el estupendo blog El Gourmet urbano —donde el barista es colaborador fijo— que Pietro Carbone es “licenciado en Administración de la Universidad Metropolitana, con Maestría en Finanzas en esta misma casa de estudios. Trabajó dos años en Pequiven y en la actualidad es Gerente de la tienda Nino Carbone Boutique. Barista graduado en el Istituto Nazionale Espresso Italiano y con una amplia experiencia en importantes hoteles y bares de Milán y Torino. Ofrece servicio de estaciones de café para reuniones, catas y degustaciones”.
Yo tengo mucho más que decir, puedo hablar desde la poesía de una delicia milenaria que en Venezuela maltratamos y que debería, como el vino en Argentina, constituirse en bebida nacional. Pero lejos estamos de sueños y excelencias. Por ahora nos conformamos con quienes si entienden de café y Carbone, sin duda, es uno de ellos.
Artículo recomendado el El Gourmet Urbano: AQUI

Carbone Espresso
Movil: 0058 414 2557707
Tienda: 0058 212 2617044
Email: carbonespresso@gmail.com

Nino Carbone Boutique
6ta avenida, con 3era y 5ta Transversal, Altamira.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Un café, alguien, cierta lejanía

Ayer hice una encuesta a través del Facebook. Pregunté: ¿Con qué personaje real o imaginario, local o foráneo, les gustaría tomarse un café esta tarde? ¿Y dónde? Y las respuestas fueron más de treinta, algunas ensoñadoras, otras posibles, como las de bebérselo conmigo y otras, como siempre, se sumergieron en el tema político, difícil de evadir en Venezuela sobre todo en estos días preelectorales, de calles sucias, altavoces, tráfico infernal y tantas cosas que atenta contra un encuentro y el simple café que tantas veces olvidamos compartir:


Adriana Morán Sarmiento: Con vos... en el Tortoni.
Juan Luis Landaeta: Con Lugones, allá en baires.
Celalba Rivera Colomina: Con Truman Capote en Nueva York. Bueno, con él un whisky. :)
Inés María Peña Madriz: Con Hugo Chávez Frías... eso sí, él y yo, sin escoltas ni esbirros.
Norka Blanco: Con Kavafis, en Alejandría.
Douglas Gómez Barrueta: Con Chano Pozo en Harlem.
Eliseo Solís Mora: Con Gore Vidal en Choroní y en vez de café, un coco bien frío.


Hannah Lilith Migliavacca: With Dr Hannibal Lecter in Greenwich Village.
Sergio Acquaviva: Con Paulho Coelho en Dublin.
M.Gabriela Chirinos: ¿A qué hora nos vemos?
Enza García Arreaza: Con Paul Auster, en La Candelaria en una dulcería gallega, para que sepa lo que es bueno.
Ricardo Ramírez Requena: Con Blas Coll en Puerto Malo.
Claudia Noguera Penso: Con Cabrujas en la Plaza Bolívar y con Alejandra Pizarnik en París.


Marco T. Socorro: Contigo, en el parador de la Alhambra.
Ybelisse Colina: Con Henry Cartier-Bresson en cualquier cafetería parisina...
Marlene Nava: Con Cyrano de Bergerac en Machu Pichu.
Yoyiana Ahumada Licea: Yo con Silvia Plath o con la Sexton, también con el pana William Shakespeare y por supuesto con Eugenio Montejo, con Isadora Duncan y con Dalí, a todos ellos los citaría en el Hotel Avila para subir por sus faldas y llegar a alguno de los restaurantitos.
Paul Villasmil: Con María Callas en el Cafe de La Peu en París.
Ernesto Leon: Con Simón Bolívar, Miranda en la Plaza Bolívar con cafecito en mano a las 5:00 AM - pa que no quede duda.

Edilberto González Trejos: Con Enya y Joyce en un pub irlandés.
Luisa Elena Sucre Fernández: Con Fritz Perls en Esalen, California...
Alexis Ramón Blanco: Con Nikolaus Harnoncourt, en Salzburgo, previo a algún concierto de la Filarmónica de Berlín.
Maruja Dagnino: Con Colin Firth. O mejor aún, com Mr. Darcy.
Ekaterina Afanasiev: Con Madela en su casa, y sería un Té; e invitaría a Ceratti para que fuera TE PARA TRES......
Mitchele Vidal: Yo con un trío de guapos: Sabina, Bose y Pérez Reverte.


María Del Nogal: Con Gerald Durrell... Un brandy con soda, en cierto pueblito costero del sur de Inglaterra de cuyo nombre no me acuerdo... O un té en Corfu... bajo un olivo de su jardín.
Néstor Garrido: Con Rómulo Betancourt compartiría un café en vasito plástico, en la cola para votar el 26.
Jacqueline Goldberg: Con quienes respondieron a esta encuesta, en una terraza de Galipán, mirando El Picacho, el mar y los aviones que parten lejos…


Todas las imágenes son del pintor francés Édouard Manet (23 de enero de 1832 - 30 de abril de 1883), padre del Impresionismo.

martes, 31 de agosto de 2010

Crónica de BUENOS AIRES (8)

Café escoltado

En Buenos Aires un café jamás está solo.

Llega a la mesa en bella taza,

siempre acompañado por una galleta casera,

un paquetico con alfajor o chocolate.

Y agua.

Nunca sirven el café sin un vasito de agua.

Y a través de esos pequeños detalles

uno se sumerge en el verdadero sentido de la hospitalidad.

Así viajan al alma los aromas y sabores

de un cortado, un mitad y mitad,

un café con crema,

y mi preferido, con lágrima.