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jueves, 6 de octubre de 2011

Nueva York

Un vino brinda nuevo rostro a una pizza


Íbamos cansados. Hartos de una llovizna persistente. Hambrientos. Muy hambrientos. Queríamos cualquier cosa. Y se nos atravesó una pizzería. Entramos sin mayor expectativa. Se trataba de cumplir con la física necesidad de apagar el rugir de nuestros estómagos. El lugar era feo, estaba vacío. Todo pronosticaba un desastre.
Pedimos pizzas y pastas. Pero todo cambió de pronto cuando supimos que podíamos beber vino y no un refresco. Y un vino italiano bueno. ¡Cómo se transformó aquella cena con dos pequeñas botellas de Pinot Grigio, pese a los vasos plásticos!
Esa noche, en Nueva York, entendí lo que llaman la “pizza connection”, que hace que los vinos italianos reinen en el mercado estadounidense por encima de los franceses y españoles en sitios de variopinta categoría. Pero entendí, sobre todo, que cualquier comida rápida puede sufrir una rotunda metamorfosis con una copa de vino. Razón tienen algunos McDonald’s en España y Argentina al ofrecer caldos tintos.
¿Qué vino vendría bien a una arepa o unos tequeños?
Hay mucho camino que recorrer antes de que un comensal venezolano solicite vino en una arepera y no jugo de fruta o cerveza. Sin embargo, he visto en restaurantes especializados en pollo a la brasa mesas en las que beben vino. Es ya un adelanto.

domingo, 4 de septiembre de 2011

Delicias de vidriera en New York

Tiffany& Co. y Louis Vuitton:
glamour desde el paladar 

Fotos: Hernán Zamora/
especiales para Textos en su tinta 

La gastronomía va ocupando todos los espacios. Y no sólo los privados sino también los más públicos, los más ajenos a la cocina, los de la calle y su multitud. Su poder, se sabe, es bien administrado por chefs, amas de casa y gourmets, pero ahora lo retoma con guiños el marketing, la publicidad y el vitrinismo más sofisticado. Era de esperarse. La comida entra por los ojos, y si esa comida ayuda a que otros asuntos entren a esos ojos, pues mejor. Prueba de ello es el uso que en este momento dan en sus vidrieras dos grandes firmas, vecinas en la Quinta Avenida de Manhattan: Louis Vuitton y Tiffany &Co. 


La exquisita casa de diseño de joyas Tiffany & Co. —fundada en Estados Unidos en 1837— nos muestra en la esquina de la calle 57 anillos con piedras preciosas sobre coloridas barquillas. Imposible no recordar a Audrey Hepbrum en la escena inicial de la película Desayuno en Tiffanny (1961), tomando café y comiendo croissants un domingo tempranero en una solitaria Quinta Avenida, como si la joyería estuviese de por si asociada al paladar (Ver video en este mismo blog)



 La empresa francesa de diseño Louis Vuitton —cuya primera tienda abrió en París en 1854— hace uso en la otra esquina de la calle 57 de huevos para mostrar sus costosos diseños de cuero. Los objetos emerge como polluelos indefensos, urgidos de ser adquiridos. 



Imposible no detenerse ante estas vidrieras, deleitarse, soñar con glamorosas compras multimillonarias. Y cuando el sueño acaba, seguir soñando con comer.