La MORERA, fruta olvidada del paraíso
De mi reciente viaje a la Posada Xinia y Peter en la Mucui Baja,
además de recuerdos para siempre de afecto y días espléndidos, traje un tesoro:
el conocimiento de la Morera.
Con los frutos de tres modestas plantas de Morera, en la cocina de
la posada se hacen maravillas: jalea, mermelada, helado, salsas. Y Peter sueña
con un alambique para producir licor.
La morera (científicamente Morus alba) es una planta que puede
llegar hasta los 15 metros de altura, de cuyas hojas se han alimentado por
siglos los gusanos de seda. Son árboles oriundos de las zonas templadas de Asia
central y del Este (China, Manchuria y Corea) y muy cultivado en Asia, Europa y
América. Por lo general son ornamentales y su uso se detiene en la formidable
tarea de dar vida a los gusanos de seda. Ha sido más tomada en cuenta para la
avifauna que para la cocina.
El nombre genérico Morus fue dado por los romanos, y deriva del
griego Morón, y éste al parecer lo hace del celta Mor, que significa negro,
aludiendo quizás al color de los frutos de las moreras.
Su fruto, muy parecido a la mora, no es ácido y con muy poca
azúcar alcanza el esplendor. Tiene propiedades diuréticas y refrescantes. En
Castellano recibe variados nombres: mora, mora blanca, mora encarnada, mora
negra, mora rosada, moral, moral blanco, moras de morera, moreda blanca, moreda
colorada, morera, morera blanca, morera clara, morera común, morera de
Filipinas, morera negra, moreras, parra.
Quienes no aman la tierra como Xinia y Peter, suelen quejarse de
que la morera mancha la tierra y hasta las manos. Pero ellos no se quejan jamás
y cada día inventan nuevos y deliciosos usos para esta frutilla rezagada del Paraíso.
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