miércoles, 27 de enero de 2016

Hambre, a propósito del Holocausto

Testimonios de UN HAMBRE
A propósito del «Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto»
 

Fotografía: © Diego León / Monumento a los judíos asesinados de Europa 
(Denkmal für die ermordeten Juden Europas), del arquiteto Peter Eisenman, Berlín (1998-2005).


Es el otro costado de este blog.
La carencia, lo más temido,
lo insoportable.
Lo que no se vence: 
EL HAMBRE.


Lo que sigue son testimonios de sobrevivientes del Holocausto que hicieron del hambre, cuando ya nada les quedaba, un tema, un acabose y también una esperanza:

«Yo sólo soñaba con el día en que pudiera comer cuanto quisiera, y tener una bicicleta y poder ir de un lugar a otro.» / J.K.

«Pasamos mucha hambre, era difícil conseguir alimento, comíamos habitualmente una especie de cereal amarillo en el que nadaban diferentes insectos, pero sobre todo gusanos. Para comer este cereal había que separar los gusanos.» / M.J.

«De la comida no quiero hablar. En la mañana nos daban un pedazo de pan, muchas veces estaba ya verde, podrido. Muchas niñas y mayores tenían la costumbre de cocinar con la mente, entonces yo les decía: “¿de qué hablan ustedes, de cómo se hace la sopa?”. Era una locura. Y las mayores eran tan tontas como las chiquitas. Hablaban de qué comían el viernes en la noche o Yom Kipur, como si no estuviesen en un campo de concentración» / L.V.

«Como necesitaba comer, iba a lugares baratos. Una noche, se sentó junto a mi mesa una pareja joven que tenía svásticas. Escuchándolos hablar comprendí que el muchacho era un "busca judíos" y estaba contando sus aventuras. En cierto momento, ella le preguntó cómo reconocía a los judíos, a lo que él respondió: “sus ojos reflejan pánico”. Yo podía jurar que el cuento estaba dirigido a mí. Apenas pude tragar mi comida —todavía recuerdo que era huevos revueltos con espinacas—, me paré y saludándolos amablemente me fui. Estaba segura de que me iban a seguir, pero no ocurrió así. Fue un milagro.» / K.W.

«El hambre es algo terrible, uno es capaz de matar. Yo me fui con un machete a la calle. Allí habían muchos caballos muertos, porque en esa época se usaban coches y los caballos morían por los bombardeos. Yo que jamás tocaría una cosa muerta, saqué con el machete un trozo y mi mamá lo cogió con un papel y cocinamos aquella carne entre dos ladrillos. En un restaurante abandonado conseguí unas sillas de madera para hacer fuego. Luego me fui a saquear porque tenía hambre. Así sobrevivimos. Sin embargo, ya éramos felices.»/ K.W.


Textos de mi libro Nosotros, los salvados 
(Kalathos Libros, Caracas, 2015)

Verónica Hollo de Deustch



Una vez mi madre me mandó a buscar pan.

De regreso encontré un periódico,

me senté a leerlo y a comer.



Empezaron a llegar gansos,

le di un poquito a uno, a otro, a otro.

Y cuando me di cuenta, casi no había pan.

Era el pan de toda la semana.



(...)

Yehuda Bubis



La gente era muy salvaje,

tenía hambre.



Andábamos por los campos,

bajo nieve,

buscando una papa podrida.



Cuando mi papá veía un pájaro,

decía «vamos a atraparlo para hacer sopa».



Lo poco que mi madre tenía lo daba a los niños.

Y murió.

Murió de hambre.



(...)


Janek Krakower



Mi papá había dicho

que no iríamos a Auschwitz,

que nos sentaríamos los seis

alrededor de la mesa para envenenarnos.

Juraba: «no nos van a romper la familia».



Yo solo soñaba con el día

en que pudiese comer cuanto quisiera,

y tener una bicicleta

y poder ir de un lugar a otro.



(...)


Zofía Kaufman de Landau



En el día comíamos pan,

en la noche una sopa

de huesos humanos molidos.

Eso nos decían.



Yo tenía una dieta especial

por trabajar en la oficina:

un poco de mermelada,

a veces salchichón,

que repartía entre los hombres de la familia.



La tarjeta de mi esposo y la mía la di a mis cuñados.



Compraba a las muchachas de la cocina una papa

y preparaba yo misma la comida de mi esposo.



Yo no comía mucho.

No se podía comer, no se podía vivir.


Nosotros, los salvados puede adquirirse en Caracas en las librerías Kalathos, El Buscón, Alejandría y en  Amazon


jueves, 21 de enero de 2016

Fragmentos culinarios de Samuel Beckett


Rábanos, cocina, COMER…

 
Foto: John Minihan

«¿Qué es lo que sé sobre el destino del hombre? Podría decirte más cosas sobre rábanos.»

«También habríamos podido pasar por el corredor, me di cuenta luego, pero pasamos por la cocina. No sé por qué. Quizá fuera el camino más rápido.» 
(De Primer amor)

Foto: Bruno Mouron y Pascal Rostain

«Un día te dirás: estoy cansado, voy a sentarme, y te sentarás. Luego te dirás: tengo hambre, voy a levantarme y a prepararme la comida. Pero no te levantarás. Te dirás: no debí sentarme, pero ya que estoy sentado me quedaré sentado un poco más, luego me levantaré y me prepararé la comida. Pero no te levantarás y no te harás la comida (Pausa.) Mirarás un rato a la pared y luego te dirás: quiero cerrar los ojos, quizá duerma un poco, luego todo irá mejor, y los cerrarás. Y cuando los vuelvas a abrir la pared habrá dejado de existir. (Pausa.) La infinitud del vacío te rodeará, los muertos de todos los tiempos, resucitados, no lo llenarán, y serán como una piedrita en medio de la estepa. (Pausa.) Sí, un día sabrás lo que es esto, serás como yo, sólo que tú no tendrás a nadie, porque tú no habrás tenido piedad de nadie y ya no habrá nadie de quien tener piedad.»
(De Fin de partida)

Samuel Beckett  (Irlanda, 1906 / París, 1989) 

 

lunes, 11 de enero de 2016

David Bowie, un niño en la mesa

A los 69 años partió la leyenda del ROCK
(Fotos: Flavorwire)

Ayer, 10 de enero, partió el legendario David Bowie. El cáncer le arrebató la música a los 69 años recién cumplidos, no la eternidad. Aquí un mínimo homenaje, siempre desde la COCINA


Dijo una vez sobre David Bowie su mítica asistente, Corrine ‘Coco’ Schwab: «Siempre lo tenías que obligar a comer. No importa cuán hambriento y ruidoso estaba su estómago, él siempre trataba de convencerte de que no tenía hambre. El único momento en el que comía era si lo obligabas mucho, o si le decías que no se iba a levantar de la mesa hasta que terminara su plato, así como un niño».

En 1987, Servando Caballar —líder del grupo Aviador Dro— fue telonero de Bowie en el Mini Estadi de Barcelona y en el madrileño Vicente Calderón con motivo de su gira Spider Glass. Tocó con él, pero nunca cruzaron palabra. El músico español recordaba hoy, en una entrevista concedida a Europa Press, el camerino de Bowie: «Se veía una mesa gigantesca con toda clase de manjares (langostas, caviar) y, aunque ponían regularmente toda esa mesa, nadie entraba al camerino ni los tocaban. Después del concierto, los encargados lo recogían todo y lo tiraban, sin dejar probar bocado. Nos daba pena todo este desperdicio».






El último video de David Bowie: «Lazarus»



miércoles, 6 de enero de 2016

«El Malquerido» bebe champán en copa errada

Faltaron copas Pompadour en película sobre FELIPE PIRELA



El Malquerido, película venezolana dirigida por Diego Rísquez que se asoma a la vida del cantante Felipe Pirela —interpretado por Jesús "Chino" Miranda—, se estrenó el mismo 18 de diciembre de 2015 en que lo hacía Star Wars: El despertar de la fuerza. Y pese a tal osadía no le ha ido nada mal. En sus primeros 17 días en cartelera había sido vista por 124.468 personas, según información aportada por la Asociación de la Industria del Cine (Asoinci).

No son pocas las críticas que ha tenido la película en cuanto a guión, inexactitudes sobre vida del llamado «Bolerista de América” y a aspectos técnicos. Casi todos los descontentos vienen de quienes esperan un documental apegado a una «realidad» que muestre sangre, drogas y una detallada caída del héroe que todos sabemos caído.

A mi me gustó. La disfruté. Canté. Lo demás lo intelectualizaré luego.


Sin embargo, fueron copas las que me aguaron la fiesta. Me atormentaron. Me sacaron de quicio. Si, las copas en las que los personajes beben champán. Grave error de producción, de  utilería. ¿Falta de asesoramiento, premura, indiferencia? El caso es que las copas Flauta no existían en la época en que se enmarca el film: las décadas de los cincuenta y sesenta y los dos primeros años de los setenta.

Y son varias las escenas en las que se toma champán, como ciertamente se hacía en la Venezuela abrillantada de aquellos tiempos. Las copas son una minucia frente al grato trabajo de vestuario y escenografía, pero me enfurecieron —disculpen la deformación profesional— por evidenciar un descuido frente al tema enogastronómico, jamás menor en el mundo cinematográfico y que revela esenciales aspectos socioculturales.



Pompadour, no Flauta

Las copas de champán de El malquerido debieron ser Pompadour, aquellas que, según la leyenda, fueron diseñadas en cerámica a partir del seno izquierdo de María Antonieta —esposa de Luis XVI— y que por volteretas de la historia terminaron llamándose como la amante del rey del Versalles del siglo XVIII: Madame de Pompadour. Otra leyenda menos romántica supone que la copa nació en 1663 como encargo del Duque de Buckingham a un artesano veneciano y que con el prosaico nombre de Tazza se popularizó a finales del siglo XIX.

Las míticas copas Pompadour calentaban el champán, dejaban escapar las preciadas burbujas y no permitían disfrutar del aroma. Pero eran las únicas disponibles el 18 de septiembre de 1964 cuando Felipe Pirela se casó con la adolescente Mariela Montiel. La película de Rísquez muestra una y otra vez copas Flauta que no soñaban aparecer aún.



Explican los expertos, entre sombras nada mas...

El escritor y periodista especializado en enogastronomía Alberto Soria señala en un breve correo electrónico que «casas clásicas como Roederer, que ha realizado su propio diseño de flautas, reveló que comenzaron a usarlas a finales de 1991».

Por su parte, Vladimir Viloria, escritor, catador y promotor cultural especializado en temas del buen comer y beber, sitúa la aparición de la copa Flauta en los años ochenta: «La otra copa, bajita y ancha de boca —que está de moda de nuevo, por cierto— fue la copa de muchos años, desde la Belle Epoque hasta los años setenta del XX, más o menos».

Alberto Veloz es enfático al afirmar que las copas Flauta aparecieron en el país hacia  mediados de los setenta «como algo muy elegante y sofisticado, quizá traídas por alguna prestigiosa y vanguardista casa de festejos». El veterano periodista que a fines del año pasado ganó la categoría Mención Digital en el XI Concurso “Caracas a través de la mirada del periodismo” que otorga la Cámara de Comercio Industria y Servicios de Caracas, acota que en la Venezuela de la película se consumían champáns europeas de la mejor calidad: «Recuerdo que en varias fiestas en la residencia presidencial La Casona sirvieron una de las mejores champañas del mundo: Cristal, de la casa Louis Roederer. También el venezolano viajado, de mundo y con alto poder adquisitivo, consumía la famosa Dom Perignon, así como otras muy cotizadas: Krug, Pommery, Taittinger, Piper-Heidsieck, Möet&Chandon, Perrier Jöuet y la más conocida de todas por su etiqueta amarilla, la Veuve Clicquot». 



Para más, la Flauta ya no importa

Cuando los estudiosos se cansaron de flautas acristaladas, indicaron que la copa ideal para champán era la llamada Tulipa, versión de la Flauta con anchura en el centro y ligera estrechez en el extremo, lo que permite respetar la temperatura, evitar la huida de la burbujas y concentrar los aromas, permitiendo una mejor experiencia olfativa.

Pero las Tulipa también han pasado a mejor vida y resulta que son las sempiternas copas de vino blanco las que mejor van con champanes de altura. Explica Vladimir Viloria especialmente para esta nota: «En los mejores restaurantes del mundo —y donde se cuida mucho el servicio del vino— ya no sirven el espumoso en copa flauta, sino en buenas copas de vino blanco, para así sentir y apreciar mejor aromas, sabores, y texturas del vino espumoso, sobre todo de calidad».

Trailer de El Malquerido 


 
Tras cámaras de El Malquerido