El Malquerido, película venezolana
dirigida por Diego Rísquez que se asoma a la vida del cantante Felipe Pirela —interpretado por Jesús "Chino" Miranda—, se estrenó el mismo 18 de
diciembre de 2015 en que lo hacía Star Wars: El despertar de la fuerza. Y pese a
tal osadía no le ha ido nada mal. En sus primeros 17 días en cartelera había
sido vista por 124.468 personas, según información aportada por la Asociación
de la Industria del Cine (Asoinci).
No son pocas las críticas que ha tenido
la película en cuanto a guión, inexactitudes sobre vida del llamado «Bolerista
de América” y a aspectos técnicos. Casi todos los descontentos vienen
de quienes esperan un documental apegado a una «realidad» que muestre sangre,
drogas y una detallada caída del héroe que todos sabemos caído.
A mi me gustó. La disfruté. Canté. Lo
demás lo intelectualizaré luego.
Sin embargo, fueron copas las que me
aguaron la fiesta. Me atormentaron. Me sacaron de quicio. Si, las copas en las
que los personajes beben champán. Grave error de producción, de utilería. ¿Falta de asesoramiento, premura,
indiferencia? El caso es que las copas Flauta no existían en la época en que se
enmarca el film: las décadas de los cincuenta y sesenta y los dos primeros años
de los setenta.
Y son varias las escenas en las que se toma
champán, como ciertamente se hacía en la Venezuela abrillantada de aquellos
tiempos. Las copas son una minucia frente al grato trabajo de vestuario y
escenografía, pero me enfurecieron —disculpen la deformación profesional— por evidenciar un descuido frente al tema
enogastronómico, jamás menor en el mundo cinematográfico y que revela esenciales
aspectos socioculturales.
Pompadour, no Flauta
Las copas de champán de El malquerido
debieron ser Pompadour, aquellas que, según la leyenda, fueron diseñadas en
cerámica a partir del seno izquierdo de María Antonieta —esposa de Luis XVI— y
que por volteretas de la historia terminaron llamándose como la amante del rey
del Versalles del siglo XVIII: Madame de Pompadour. Otra leyenda menos
romántica supone que la copa nació en 1663 como encargo del Duque de Buckingham
a un artesano veneciano y que con el prosaico nombre de Tazza se popularizó a
finales del siglo XIX.
Las míticas copas Pompadour calentaban el
champán, dejaban escapar las preciadas burbujas y no permitían disfrutar del
aroma. Pero eran las únicas disponibles el 18 de septiembre de 1964 cuando
Felipe Pirela se casó con la adolescente Mariela Montiel. La película de
Rísquez muestra una y otra vez copas Flauta que no soñaban aparecer aún.
Explican los expertos, entre sombras nada mas...
El escritor y periodista especializado en
enogastronomía Alberto Soria señala en un breve correo electrónico que «casas
clásicas como Roederer, que ha realizado su propio diseño de flautas, reveló
que comenzaron a usarlas a finales de 1991».
Por su parte, Vladimir Viloria, escritor,
catador y promotor cultural especializado en temas del buen comer y beber,
sitúa la aparición de la copa Flauta en los años ochenta: «La otra copa, bajita
y ancha de boca —que está de moda de nuevo, por cierto— fue la copa de muchos
años, desde la Belle Epoque hasta los años setenta del XX, más o menos».
Alberto Veloz es enfático al afirmar que
las copas Flauta aparecieron en el país hacia mediados de los setenta «como algo muy
elegante y sofisticado, quizá traídas por alguna prestigiosa y vanguardista
casa de festejos». El veterano periodista que a fines del año pasado ganó la
categoría Mención Digital en el XI Concurso “Caracas a través de la mirada del
periodismo” que otorga la Cámara de Comercio Industria y Servicios de Caracas, acota
que en la Venezuela de la película se consumían champáns europeas de la mejor
calidad: «Recuerdo que en varias fiestas en la residencia presidencial La
Casona sirvieron una de las mejores champañas del mundo: Cristal, de la casa
Louis Roederer. También el venezolano viajado, de mundo y con alto poder
adquisitivo, consumía la famosa Dom Perignon, así como otras muy cotizadas:
Krug, Pommery, Taittinger, Piper-Heidsieck, Möet&Chandon, Perrier Jöuet y
la más conocida de todas por su etiqueta amarilla, la Veuve Clicquot».
Para más, la Flauta ya no importa
Cuando los estudiosos se cansaron de
flautas acristaladas, indicaron que la copa ideal para champán era la llamada
Tulipa, versión de la Flauta con anchura en el centro y ligera estrechez en el
extremo, lo que permite respetar la temperatura, evitar la huida de la burbujas
y concentrar los aromas, permitiendo una mejor experiencia olfativa.
Pero las Tulipa también han pasado a
mejor vida y resulta que son las sempiternas copas de vino blanco las que mejor
van con champanes de altura. Explica Vladimir Viloria especialmente para esta
nota: «En los mejores restaurantes del mundo —y donde se cuida mucho el
servicio del vino— ya no sirven el espumoso en copa flauta, sino en buenas
copas de vino blanco, para así sentir y apreciar mejor aromas, sabores, y
texturas del vino espumoso, sobre todo de calidad».
Trailer de El Malquerido
Tras cámaras de El Malquerido
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