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martes, 7 de mayo de 2013

El gigante de mármol


Dos fragmentos 
de Luigi Sciamanna para saborear


El gigante no existe. No al principio. 
Su carne de mármol es materia más espesa que los días, más ardua que las madrugadas cavilantes.
El gigante es una discusión, una historia cincelada desde un porvenir ya ocurrido. Reflexión sobre el arte, sus aspiraciones, la ferocidad que a veces lo mutila. Discurso vertiginoso sobre el cuerpo, su belleza, su libertad. Parece escrita anoche, para las arduas horas que vivimos.
El gigante David estuvo en manos del artista italiano Miguel Angel Buonaroti entre 1501 y 1504 por encargo de la Opera del Duomo de la Catedral de Santa María del Fiore de Florencia.
Hoy, es palabra en manos del también renacentista Luigi Sciamanna, autor, productor ejecutivo, director, responsable de la puesta en escena e imponente actor de la pieza teatral El gigante de mármol, que podrá verse por tan solo dos fines de semana más en la Asociación Cultural Humboldt en Caracas (sábados y domingos, 4 pm).
Reinicio este Blog, después de un largo reposo, recomendando a ojos cerrados esta pieza ya paradigmática en la dramaturgia nacional.
El elenco de El gigante de mármol está conformado por Elvis Chaveinte como Miguel Ángel Buonarroti; Armando Cabrera como Piero Soderini, Gonfaloniero de Justicia de la República de Florencia; Marcos Moreno como Tommaso da Montelupo, rico comerciante del Gremio de la Lana; Luigi Sciamanna como Marco Piotti, secretario de la Oficina para Trabajos de la Catedral; Carla Orive como Roma, la complaciente novia; Daniel Torres como Margutte, guardaespaldas del difunto Lorenzo de Medici; Asier Brightman como ÉL . Y especial mención merece un como nunca antes enorme Jorge Palacios, en el rol del aguerrido cardenal romano Ildefonso da Manoforte. 

Lo que sigue son dos fragmentos de la densa y poética pieza escrita por Sciamanna, cedidos especialmente para buena suerte del renacimiento de Textos en su tinta y que pronto veremos editados en un libro junto a su extraordinaria obra anterior, La novia del gigante.



De El gigante de mármol
Por ©Luigi Sciamanna

(…)
CARDENAL MANOFORTE: Quisiera proponer algo. Traer quizá un poco de vino y fruta. Estoy seguro que nuestro escultor lo agradecerá. Está visto que puede transformar el mármol en carne, pero no en pan, ¿cierto? Usted necesita recuperar un poco de color, Buonarroti; está más blanco que el mármol de su estatua.

(…)
CARDENAL MANOFORTE: ... donde la fragancia de las aceitunas danza con la esencia del sándalo. La mesa de los esponsales estará cubierta con un mantel embellecido con finas ramas de perejil. Allí, los platos fueron lavados en agua de romero, los cubiertos están envueltos en hojas de mandrágora, las pequeñas toallas dibujadas con flores de lirio y las copas llenas hasta el borde con vino nuevo y bueno.


Entrevista con Luigi Sciamanna en Estampas


viernes, 1 de octubre de 2010

¿Curaciones milagrosas?: devuélvanme mis reales…

Soy fiel, ya lo he dicho. Hasta con el peluquero, el librero y el supermercado. Y practico tal demodé comportamiento con mi muy apreciado Alberto Soria, maestro en materia de vino y whiskey, docente inmejorable en el área. He hecho varias catas con él en su Cofradía de Catadores, leo sus artículos y su blog, lo sigo en Twitter, tengo todos sus libros y he ido a las presentaciones de cada uno de ellos. Y verlo sobre tablas me mataba de la curiosidad, más allá de que lo considerase casi un deber. Él, tan serio, parco, de refinado humor, junto a Claudio Nazoa, en el espectáculo teatral Curaciones milagrosas, debía ser, al menos una rareza. Y lo fue, además de una decepción.
El espectáculo, que se presenta los jueves a las 9 pm en Teatrex, en el para mí lejanísimo Centro Comercial Paseo El Hatillo, comienza con buen tono. Uno se relaja, se ríe. Claudio —que no es santo de mi devoción pero que reconozco ocurrente y grato— introduce temas políticos de actualidad y entra en el asunto gastronómico de a poco, con cuentos buenos aunque ya los habíamos escuchado en las presentaciones de los libros de Soria. Pero cuando uno ya tiene rato en la butaca y empieza de nuevo a pensar, la obra se desmorona. No pasa de una guachafita, una “mamadera de gallo” que con mucho esfuerzo llega a un final alargado a la fuerza, que apela a insólitos trucos de circo y llamadas de público al escenario.
El profesor Soria tenía rostro de estar pasando una gran vergüenza, la misma que menciona experimentar en embajadas y veladas acompañado por Nazoa y que terminan siendo el gran chiste de la noche. Soria es como es. Dice las cosas con gracia, finísima picardía. En el escenario es el mismo de las catas y el de su escritura. Casi tímido. Y no podía pedírsele más en un ámbito que no es el suyo, al que probablemente llegó por deseos de experimentación, por una insobornable amistad con Nazoa. O por eso que ahora parece ponerse de moda, llevar gente seria a espectáculos cómicos en busca de un supuesto contraste, tal como hicieron —quizá con más gracia— Laureano Márquez y Luís Vicente León en Y ahora qué.
Algunos de los problemas de Curaciones milagrosas están en su falta de dirección y de guión —¿o su guión mal armado?—; en el desperdiciado uso de recursos y temas que están tan a la mano en los libros del propio Soria; en la creencia de que una obra humorística es una sucesión de chistes, palabrotas y temas “políticamente incorrectos”. Aquí se olvidan ingredientes esenciales como la ironía, la suspicacia, la inteligencia y el respeto a un público que no siempre espera una sarta de lugares comunes. Se nota su premura por aparecer en cartelera, sus ganas de insertarse en la moda de las comedias ligeras, el nuevo negocio del teatro local en el que, por supuesto, hay grandes excepciones y que obedece a circunstancias de un país en el que todos —y más los actores y humoristas— hacemos lo que podemos.
Cuanto promete la publicidad de Teatrex hace aguas a los pocos minutos. Es que ni el título tiene relación con la obra: “Lo que parecía increíble ha sucedido para el disfrute del público venezolano: el profesor Alberto Soria y Claudio Nazoa, se han unido en un espectáculo en donde romperán paradigmas, permitiéndole al público darse cuenta de lo serio que puede ser el humor y lo cómico que puede ser la vida seria. Magia, buena mesa, secretos del whisky y la degustación por parte del público de un gran vino, serán parte de las sorpresas que encontraremos en Curaciones Milagrosas, un show que promete sanar cualquier enfermedad del alma por medio de la risa, el whisky, el vino y el huevo”.
Claudio Nazoa no dejó de repetir que la recompensa al fastidio propinado estaría al final, en la copa de vino chileno La Joya que nos sería obsequiada. Y ese final fue aún peor. Las copas no alcanzaron —y eso que la sala no estaba del todo llena— y terminaron sirviendo los caldos en los impepinables vasitos Selva, muy largos para tan calamitosa faena de casi medianoche. El Cabernet Sauvignon me dejó la punta de la lengua pelada y jamás había probado un Sauvignot Blanc en el que se apreciara con tal magnitud el “descriptor aromático” del orín de gato.
El muy respetado Simón Alberto Consalvi, también presente en la función de anoche, escribió esta mañana en su Twitter: “Una noche sensacional con “Curaciones Milagrosas”, con don Claudio Nazoa y el prof. Alberto Soria”. Pues discrepamos, le escribí.
Lástima, es una oportunidad desperdiciada, pudo haber sido una gran obra...