miércoles, 2 de julio de 2014

Venezuela, el hambre que vamos siendo


Hambre que no entiende
©Jacqueline Goldberg

Foto: Máximo González. Tengo hambre 
(Arroz con texto grabado y encapsulado en cristal, dimensiones variables, 2005)  
http://www.maximogonzalez.info/instalaciones/tengo_hambre.php




Mi vida la murmuro al barro
Samuel Beckett

I
si hubiese sabido. hace doscientos años, cuarenta años, cinco años. que esto ocurriría. el hambre. este encierro. tanta podredumbre.

si hubiese sabido que correr era postigo en mi coronilla. habría virado, cancelando infortunios para perpetrar una sien menos movediza.

ahora hay rutinas, agobios.

seguir de bruces.

busco comida. imploro comida.

me asquea pensar en comida. tanto. así vivieron mis abuelos durante la guerra. soñaron papas, comieron papas, conchas de papas. tubérculos como plegarias. y sobrevivieron. también soportaré. pero el lastre de verme en las calles, desmereciendo el látigo. es mucho.

¿cuánto dura una mujer débil? ¿cuántas veces irá al mercado sin llorar?

calles ríos de veneno. repletas de bestias con dos ruedas por cabeza. carruajes altos para encubrir el futuro balazo.

tampoco soporto la calle. el asco murmura en las esquinas más serenas. salpica. dice mi nombre. amenazas que se cumplen.


II
reconteo infeliz.

lo que no hay: aceite, azúcar, harina, jabón, mantequilla, crema de dientes, cereal, leche, shampoo. a veces tampoco arroz, caramelos, queso, té, pan.

lo que sobra: infamia.

lo que falta: medicinas que tomo a diario. apenas dos pastillas. pero tres días sin ellas me harán temblor incontrolable, corazón reventado.

lo que sobra: riscos para lanzarse y ser olvido.


III
cómo explico al miserable que fuera mi amigo todo lo que padecemos. como explico a ese gordo-emigrante-tragabasura que no me hago la víctima, que este país no lo invento yo. que somos jaula.

cómo explico al hermano preocupado que huir no siempre es hacer maletas. que huyo cada día. que un día vendrá la huída definitiva y nada podrá salvaguardarme.


IV
la alacena jamás está vacía. la comida diaria entra al estómago, sale sin dificultad. el disfrute se ha extraviado. solo importa una cantidad de calorías, no su origen, no su sabor.

hay componentes no digeridos en las heces fecales. al menos eso queda. se despenalizará la coprofagia. la luz provendrá de lo oscuro.

seis niños fueron obligados por sus cuidadores a practicar sexo entre ellos mientras veían pornografía e ingerían heces. ocurrió en una casa de acogida en la India. lejos.

en Buenos Aires la policía detuvo a un ciudadano coreano de setenta años que capturaba perros en la calle, los alimentaba y después los mataba para vender su carne a un supermercado asiático. can-nicero, le decían.

cuántos estamos dispuestos a comer mierda. confesemos. habrá una película. su tema será una gran cena en la que sólo se servirán heces. de entrada, plato principal y postre. con ciertos aderezos y acompañantes. quizá mucho hielo. no será una película fantástica sino un documental.

el estómago se hace distensible. es casi imposible que reviente tras una gran comilona. la privación de alimento en cambio genera atrofia de los intestinos. la lucha es colosal. una muerte lenta y agónica.

quedan otras hambres. intempestivas. corroen en insoportables segundos. dejan una mueca y el cuerpo turbio. todo acaba. acabamos.

a veces —raras veces— llueve almíbar. pero no nos percatamos.
hambre implica dejar de entender.

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