El milagro del Sushi
Era lunes. Todo cerrado. Casi todo, menos el Jardín Japonés, en los bosques de Palermo. Mucho nos habían hablado de él. Un hermoso recorrido entre estanques con enormes peces, flores y puentes, todo cargado de preciso simbolismo y silencio. Allí vi por primera vez un cerezo en flor. Fue creado en 1967 en homenaje a los Príncipes Herederos Akihito y Michiko, que visitaron en esa oportunidad Argentina.
Llegada la hora del hambre, dudamos mucho en si salir del Jardín o comer allí. Nunca suele haber una relación favorable entre los parques y sus recodos de comida. Pero el cansancio y las ganas de sushi nos condujeron al restaurante. Y menos mal que lo hicimos, no tanto por la comida, que resultó aceptable —más no el servicio, pésimo incluso— sino porque en las dos semanas siguientes no nos toparíamos con un solo restaurante japonés. Sabemos que los hay, se les reseñan en las guías cibernéticas y algunos están muy bien puntuados. Pero en la calle, en las grandes avenidas del caminar nocturno, jamás tuvimos la oportunidad de comer sushi. No es que nos importara demasiado, solo nos extrañó, acostumbrados como estamos en Caracas a una globalizada oferta gastronómica y a sushi por doquier, bueno, malo, barato, caro. A decir verdad, no me hubiese caído mal una segunda vez japonesa en Buenos Aires, habría comido menos pastas y pizzas y pizzas y pastas.
2 comentarios:
Tu próxima visita incluirá tour gastronómico (que en esta ciudad es más que imprescindible). Prometido!
Hola! Espero que le hayan pasado genial en su visita a nuestra maravillosa ciudad. Espero hayan podido aprovechar de las excelentes ofertas en freddo de esa epoca. Su helado es exquisito! Saludos
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