A quienes no gustan los gatos, verlos en la cocina, atravesadas, regando su pelambre entre ollas y conversas, parece un horror. Pero hay quienes los adoran y les permiten formar parte del tibio recodo.
Foto: Jacqueline Zilberberg (Ver su web)
En la cocina
Eliseo Diego
Enrosca el gato su delicia
de sí sobre sí mismo, duerme
de su principio a fin, secreto.
En tanto
esboza la penumbra disidencias
de cazuelas y potes, resistentes
al imperio del sueño.
Cae el mundo
por el filo del agua, gruñe
para sí el fuego, pero el gato
lo ignora:
permanece
sencillamente, inmune
a memoria y olvido, a salvo
en la delicia de su ser
-perfecto.
El gato Mauricio
Julia Hartwig
Traducción Bárbara Gill
Lo llenan de insultos como ladrón gangster
abusador y estafador vagabundo y matón
Molesta durante las comidas salta sobre la mesa
y husmea entre vasos y copas
rompe los paquetes de comida trae entre
[las faucecitas un pájaro muerto
que había decidido explorar a pie el
[césped de la casa
y pagó con su vida el imprudente paseo
Sin apelación demanda entrar o salir de la
[habitación o la cocina
se mete en trifulcas feroces con los gatos vecinos
mientras lanza estremecedores chillidos de fiera salvaje
No adula a nadie y es intransigente en sus deseos
indiferente a las órdenes y caricias
sí caricias porque sin tomar en cuenta su naturaleza
lo acarician y abrazan
encantándose con su paso muelle y diestros saltos
le alcanzan los mejores bocados y lo
[dejan dormir en sus camas
O sea no se premia con amor la virtud ni la afabilidad
ni la obediencia o lealtad
sino el encanto y la insumisión
la vida en sí misma en toda su evidencia
la hermosura y las miradas cautivantes
Es grande nuestra necesidad de amar
1 comentario:
maravillosa magia de la palabra para los que amamos a los gatos....
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