Amanecen tristes, a veces,
una manzana sin refrigeración,
la planta olvidada,
el hijo que perdió su juego.
Pero sufren los cítricos de otra tristeza,
un marchitamiento repentino:
enfermedad grave,
causada por pulgones,
capaz de matar al árbol
en tan sólo dos o tres semanas.
Naranjos, mandarinos y pomelos
—injertados sobre el naranjo amargo—
florecen exageradamente y fuera de estación,
los frutos se tornan pequeños y numerosos,
quedan adheridos al árbol hasta deshidratarse.
“Las hojas van perdiendo tamaño,
verde más plomizo, ligero abarquillado
y defoliación sobre todo en los extremos de los brotes”.
Finalmente hay una efoliación
y decadencia general de la planta.
Y una irremediable tristeza
que augura la tala del árbol.
Ya vemos, no solo humana es la tristeza,
también la padecen ciertos cítricos,
sabios en dulzuras y amargores.
“Cuidado con la tristeza. Es un vicio”,
nos recuerda Flaubert.
Para leer más:
Peligro potencial de epidemia de la tristeza de los cítricos en México
Enfermedades del limón
Virus de la tristeza de los citricos
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