Lawrence Russell Brewer,
el reo de la comilona perdida
Foto: AP Photo/Seth Perlman, File
El pasado jueves, varios diarios daban cuenta de una curiosa noticia: “Texas elimina cena especial a condenados a muerte”. Lo que a primera vista se nos muestra como profundo irrespeto a la última voluntad de un condenado y a los derechos humanos, tiene que ver con la crítica que hiciera un senador estatal al costo de los alimentos que se le sirvieron a Lawrence Russell Brewer — miembro de una pandilla supremacista blanca— ejecutado el pasado 21 de septiembre por haber amarrado a su auto a un afroestadunidense arrastrándolo hasta causarle la muerte en 1998.
Según señala el diario Excelsior de México, “el reo pidió como última cena dos filetes de pollo frito, una hamburguesa triple de carne con tocino y queso, okra frita, medio kilo de barbacoa, tres tacos de fajitas, una pizza, y como postre medio litro de helado y una barra de dulce de crema de cacahuate”. Pero lo que enardeció a la ley no fue el último deseo de Russel sino el que no probara bocado de aquel banquete como “una última forma de molestar a los guardias y al sistema penitenciario estatal”.
Y vaya que si consiguió molestar a la ley: John Whitmire, presidente del Comité de Justicia Criminal del Senado, dirigió una carta al director ejecutivo del Departamento de Justicia Criminal de Texas, Brad Livingston, quien en pocas horas abolió la ley. Whitmire calificó la práctica de la última cena como una tradición “ridícula”.
“La tradición de otorgar al reo una última cortesía antes de ser ejecutado no es exclusiva de Texas, y continúa en la mayoría de las entidades estadounidenses que aplican la pena de muerte. El origen de conceder dicho privilegio se remonta a las antiguas culturas de los romanos y griegos, que solían otorgar este favor a quienes iban a ser ejecutados. A lo largo de la historia, la tradición se ha mantenido, con modificaciones en algunos casos, como la de eliminar los alimentos y permitir al sentenciado fumarse un último cigarrillo. En Texas, la última cena estaba limitada a los alimentos que hubiera en la cocina de la prisión y en ella no podían ser incluidos alcohol o tabaco. Texas ha ofrecido una última cena a cada uno de los 475 reos ejecutados desde que esta entidad restauró la pena capital en 1982”, apunta Excelsior.
Concluye el diario mexicano explicando que las autoridades carcelarias de Texas solían colocar en Internet el contenido de cada cena solicitada por quienes eran ejecutados, “pero se dejó de hacer desde la ejecución 313, cuando se recibieron quejas de que dicha práctica era ofensiva para algunos contribuyentes. No obstante, existen varios sitios en Internet dedicados a enlistar las cenas solicitadas por los reos de diversas entidades y países, horas antes de ser ejecutados. Incluso se han escrito varios libros sobre la cortesía de brindar una última cena a quien será ejecutado, como el de Brian Price, un ex cocinero de la penitenciaría estatal de Texas que preparó muchos de los alimentos solicitados por los sentenciados a muerte”.
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