Detesto Halloween. Y Carnavales. Y Navidad. Y el Año Nuevo Judío. Y el Año Nuevo Chino. Y todo lo que pretenda obligar a una ritualidad cursi, desbordada, ya sin nombre ni origen. Pero hoy a todo el mundo se le da por recordar la bendita Fiesta de Brujas —¡hay que ver con cuántas trabaja y convive uno!— y nada mejor que soñar con un libro que aún no llega a nuestros anaqueles y que bien pudiera ser una solución para acabar con los niñitos que, sin saber porqué, salen a pedir caramelos. Por suerte en Caracas eso no ocurre, los matarían antes de llegar a los caramelos o a la bruja que ha pasado el día tramando recetas con sus fémures y cráneos.
“Cuando Sol y Connie Blink se mudan a Grand Creek, una de las primeras personas que les da la bienvenida es una peculiar anciana, Fay Holaderry, y su simpático perro Swift, que lleva un hueso muy raro en la boca. Sol sabe muchas más cosas que la mayoría de los niños de once años: cuando identifica el hueso como un fémur humano, él y Connie empiezan a preguntarse a qué se dedica su vecina”, señala como abreboca la editorial Molino a su libro Manual de la bruja para cocinar (con) niños, de Keith McGowan, autora estadounidense que se bautiza en las letras con este curioso libro que ya ganó el Premio James Thurber.
Por si la curiosidad terminará matándonos en este día, propongo una receta del repertorio latinoamericano que quizá pudiese estar en este libro y ser apta para el día de hoy:
“Cuando Sol y Connie Blink se mudan a Grand Creek, una de las primeras personas que les da la bienvenida es una peculiar anciana, Fay Holaderry, y su simpático perro Swift, que lleva un hueso muy raro en la boca. Sol sabe muchas más cosas que la mayoría de los niños de once años: cuando identifica el hueso como un fémur humano, él y Connie empiezan a preguntarse a qué se dedica su vecina”, señala como abreboca la editorial Molino a su libro Manual de la bruja para cocinar (con) niños, de Keith McGowan, autora estadounidense que se bautiza en las letras con este curioso libro que ya ganó el Premio James Thurber.
Por si la curiosidad terminará matándonos en este día, propongo una receta del repertorio latinoamericano que quizá pudiese estar en este libro y ser apta para el día de hoy:
Niños envueltos
Ingredientes
• Carne de ternera, nalga o cuadrada, cortada finita como para milanesas, 500 g.
• Tocineta ahumada cortada en fetas finas, 150 g.
• Zanahorias, 1.
• Ajo, 2 dientes.
• Perejil picado, 3 cucharadas.
• Fécula de maíz (maicena), 2 cucharaditas (opcional).
• Vino tinto, 1 taza.
• Caldo, 1 taza.
• Aceite neutro, 3 cucharadas más o menos.
• Sal y pimienta al gusto.
Preparación
• Quitar toda la grasa de los filetes.
• Picar finamente el ajo.
• Pelar y cortar en bastones finos la zanahoria.
• Extender los filetes, condimentar don el ajo y el perejil picados.
• Colocar en un extremo una tajada de panceta y un bastón de zanahoria.
• Enrollar los filetes sobre sí mismos, haciendo que quede dentro el relleno.
• Atravesar los niños envueltos con dos palillos cada uno.
• Calentar el aceite en una olla y dorar los niños envueltos por todos sus lados.
• Agregar el vino tinto, dejar que se evapore el alcohol e incorporar el caldo.
• Dejar cocer los niños envueltos unos 45 minutos, a fuego mínimo, dándolos vuelta de vez en cuando.
• Evitar que se seque la salsa agregando caldo en caso que sea necesario.
• Si la salsa no resulta lo suficientemente espesa disolver la maicena en ¼ de taza de agua fría, agregar 5 minutos antes de que se termine la cocción, revolviendo permanentemente.
• Retirar y servir acompañado de arroz blanco, papas hervidas o puré de papas.
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