El 2 de septiembre pasado Sumito Estévez, en calidad de presidente de Venezuela Gastronómica, decía en el Blog de la Asociación Civil, a propósito de haber sido invitados a participar en el Salón Internacional de Gastronomía 2010: “Queremos, sobre todo, que ese día salgamos con la sonrisa a flor teniendo la certeza de que ya no hay que seguir buscando a el Dorado, ¡Siempre estuvo acá!”. Y su deseo se cumplió a cabalidad, pero de vainita….
Tengo profundos sentimientos encontrados con respecto a este primer día de la novena y ojalá no última versión del SIG.
Las conferencias pautadas para las 11 am comenzaron después de la 1 pm, en medio de un sopor intolerable. Nos mantuvo allí lo interesante de los ponentes, sus temas y una cierta fe en el país. El fulano centro de exposiciones del Centro Comercial Líder es un espacio a medio terminar —¿o comenzar?—, cuyas alfombras cubren huecos y protuberancias de un piso obviamente inconcluso. Es un espacio abierto, con las tripas expuestas, al que algún día pondrán paredes y ventanales, hoy sin aire acondicionado y aún oliente a cal. La luz se fue varias veces, los dos pequeños salones para catas y conferencias no funcionaron por fallas eléctricas hasta el final de la tarde. El inmenso toldo donde se dieron las conferencias de Venezuela Gastronómica tuvo un dejo de aire acondicionado casi al final de la jornada.
En medio de aquella tierra de nadie, los stands resultaban a plena luz deslucidos, pocos, sin la variedad de años anteriores. Una música a todo volumen restaba elegancia al momento. A quien se le ocurría la pésima idea de ir al baño debía bajar dos pisos y buscarlos entre el bululú de la Feria. ¿Lo vinos? Poco supe. Como este año decidieron no darle copa a la prensa —eso jamás había ocurrido, la acreditación incluía siempre una copa y material de apoyo— me apoderé de un vasito plástico y probé dos sorbos de un vino blanco que ya no puedo recordar. El calor era agobiante. Los más sabios optaron por cervezas y cocteles a base de ron.
Mientras fue cayendo una bella tarde, disminuyendo el calor, y desfilando por el podio la admirable tropa de cocineros que integran Venezuela Gastronómica — asociación que busca el desarrollo, promoción, y difusión de la identidad culinaria venezolana, formada por los más relevantes cocineros del país, acompañados por el siempre lúcido Víctor Moreno padre y otros profesionales del área como Ocarina Castillo—, el alma me volvió al cuerpo. El humor, paciencia y ganas de seguir allí de todos ellos eran impresionantes. Hablaron de los prodigios que brinda Venezuela como gran despensa para la imaginación, de lo mucho que nos queda por soñar. Cada chef ofreció más de un bocado que llegó a todo el público, con lo cual el conocimiento viajó sin reparos al fondo de los sentidos. Me quedaré por siempre con el sabor de la morcilla de Paul Lenois, la crema de ají dulce de Víctor Moreno, la cachapita con cazón de Sumito Estévez, el Carato de María Fernanda Di Giacobe. Debo estar olvidando muchas otras deliciosas ofrendas o intercambiando autores e ingredientes. Fue una maravillosa degustación, sólo eso sé. Hasta una bolsita con granjerías regalaron a la salida.
Al final, entre aplausos, la conclusión fue la que esperaba Sumito hace dos meses, pero ello gracias a la voluntad y al tremendo esfuerzo de la gente de Venezuela Gastronómica, que si no fuesen venezolanos y tan fajados, habrían optado por abandonar aquello que prometía desastres. Yo estuve a punto de huir a golpe de las 3 pm.
Una vez en mi carro, agotada, de vuelta a casa, pensaba que quizá no debo ser tan agria en mis exigencias, que debí haberme quedado para la presentación del libro de Nelson Méndez, sobreponiendome al dolor de cabeza en puertas. Que quién sabe porqué el Salón debió mudarse de la cómoda UNIMET a este absurdo intento de vitrina: ¿razones económicas, deseos de popularizar el evento llevándolo a unas cuadras del metro, dificultades del país, todo a la vez? Pensaba en qué sentirá la gente que pagará 170 bolívares para encontrarse con un Salón hoy, al menos, absolutamente distinto al que fueron forjando con los años sus creadores. Pensaba, ya pronta a estacionarme, qué habría sido de este día sin los héroes de Venezuela Gastronómica. A ellos mi agradecimiento, mi admiración y hasta mi deseo de unirme a su causa.
En todo caso, el país es una mazamorra tan difícil, que no quiero ser injusta con lo que seguramente ha sido un esfuerzo, un mundo cuesta arriba, un equipo solitario —con Sasha Correa pegando carreras desde Internet y la realidad—, necesitado de apoyo en diversas áreas, huérfano quizá de un pasado que innegablemente fue mejor. En todo caso, mañana será otro día y puede ser mejor...
Tengo profundos sentimientos encontrados con respecto a este primer día de la novena y ojalá no última versión del SIG.
Las conferencias pautadas para las 11 am comenzaron después de la 1 pm, en medio de un sopor intolerable. Nos mantuvo allí lo interesante de los ponentes, sus temas y una cierta fe en el país. El fulano centro de exposiciones del Centro Comercial Líder es un espacio a medio terminar —¿o comenzar?—, cuyas alfombras cubren huecos y protuberancias de un piso obviamente inconcluso. Es un espacio abierto, con las tripas expuestas, al que algún día pondrán paredes y ventanales, hoy sin aire acondicionado y aún oliente a cal. La luz se fue varias veces, los dos pequeños salones para catas y conferencias no funcionaron por fallas eléctricas hasta el final de la tarde. El inmenso toldo donde se dieron las conferencias de Venezuela Gastronómica tuvo un dejo de aire acondicionado casi al final de la jornada.
En medio de aquella tierra de nadie, los stands resultaban a plena luz deslucidos, pocos, sin la variedad de años anteriores. Una música a todo volumen restaba elegancia al momento. A quien se le ocurría la pésima idea de ir al baño debía bajar dos pisos y buscarlos entre el bululú de la Feria. ¿Lo vinos? Poco supe. Como este año decidieron no darle copa a la prensa —eso jamás había ocurrido, la acreditación incluía siempre una copa y material de apoyo— me apoderé de un vasito plástico y probé dos sorbos de un vino blanco que ya no puedo recordar. El calor era agobiante. Los más sabios optaron por cervezas y cocteles a base de ron.
Mientras fue cayendo una bella tarde, disminuyendo el calor, y desfilando por el podio la admirable tropa de cocineros que integran Venezuela Gastronómica — asociación que busca el desarrollo, promoción, y difusión de la identidad culinaria venezolana, formada por los más relevantes cocineros del país, acompañados por el siempre lúcido Víctor Moreno padre y otros profesionales del área como Ocarina Castillo—, el alma me volvió al cuerpo. El humor, paciencia y ganas de seguir allí de todos ellos eran impresionantes. Hablaron de los prodigios que brinda Venezuela como gran despensa para la imaginación, de lo mucho que nos queda por soñar. Cada chef ofreció más de un bocado que llegó a todo el público, con lo cual el conocimiento viajó sin reparos al fondo de los sentidos. Me quedaré por siempre con el sabor de la morcilla de Paul Lenois, la crema de ají dulce de Víctor Moreno, la cachapita con cazón de Sumito Estévez, el Carato de María Fernanda Di Giacobe. Debo estar olvidando muchas otras deliciosas ofrendas o intercambiando autores e ingredientes. Fue una maravillosa degustación, sólo eso sé. Hasta una bolsita con granjerías regalaron a la salida.
Al final, entre aplausos, la conclusión fue la que esperaba Sumito hace dos meses, pero ello gracias a la voluntad y al tremendo esfuerzo de la gente de Venezuela Gastronómica, que si no fuesen venezolanos y tan fajados, habrían optado por abandonar aquello que prometía desastres. Yo estuve a punto de huir a golpe de las 3 pm.
Una vez en mi carro, agotada, de vuelta a casa, pensaba que quizá no debo ser tan agria en mis exigencias, que debí haberme quedado para la presentación del libro de Nelson Méndez, sobreponiendome al dolor de cabeza en puertas. Que quién sabe porqué el Salón debió mudarse de la cómoda UNIMET a este absurdo intento de vitrina: ¿razones económicas, deseos de popularizar el evento llevándolo a unas cuadras del metro, dificultades del país, todo a la vez? Pensaba en qué sentirá la gente que pagará 170 bolívares para encontrarse con un Salón hoy, al menos, absolutamente distinto al que fueron forjando con los años sus creadores. Pensaba, ya pronta a estacionarme, qué habría sido de este día sin los héroes de Venezuela Gastronómica. A ellos mi agradecimiento, mi admiración y hasta mi deseo de unirme a su causa.
En todo caso, el país es una mazamorra tan difícil, que no quiero ser injusta con lo que seguramente ha sido un esfuerzo, un mundo cuesta arriba, un equipo solitario —con Sasha Correa pegando carreras desde Internet y la realidad—, necesitado de apoyo en diversas áreas, huérfano quizá de un pasado que innegablemente fue mejor. En todo caso, mañana será otro día y puede ser mejor...
Otra nota sobre este tema: Historias de sobremesa, de Vanessa Rolfini
5 comentarios:
Estimada Jaqueline:
Excelente opinión de de lo sucedido ayer, y me complace saber que no fue sólo mi visión sino la visión de personas serias que, lejos de crucificar a malsalva lo malo, nos hemos dedicado a hacer críticas constructivas. Sin embargo mi opinión es que para hacer un evento improvisado, yo, Luis Enrique Blanco, esperaría a que mejores condiciones se dieran, porque el estado del local, por citar una de las fallas, deja mucho que pensar.
Nunca hay una segunda oportunidad para dar una buena impresión y creo que la imagen del SIG se ha visto trastocada con lo sucedido ayer...
Saludos jaqueline, ojalá podamos coincidir en alguno de los eventos
Creo lo mismo Luís. Lo que pasa es que este es el país de la eterna improvisación, de disculpar las fallitas, de que más vale que se haga aunque se haga mal, de ceer que todo puede eternamente comenzar de nuevo. La gente del SIG se apresuró creyendo que moriríamos sin el evento este año. Esas fallas del local, incluso, están fuera de toda ley y normas de seguridad.
Un placer Jaqueline, realmente tus palabras, como las de todas las personas que visitan este tipo de eventos, parecen que no terminan de llegar a las personas encargadas y responsables de los mismos, es lamentable que no se termine de de entender que los visitantes son los que califican y opinan, bien o mal, y por mas que los organizadores crean que todo esta bien, tienen que analizar estos comentarios, me uno a mejora, realización, continuidad, y actividades para bien de nuestra gastronomía, pero como debe ser, saludos...chef juan francisco arias.
Braulio Gonzalez.
Realmente lastimoso muchas de las cosas sucedidas durante el salon, solo comentare dos porque la lista seria larga y no merecen tanta atencion a la mediocridad de los organizadores. ayer sabado durante la presentacion de Helena Ibarra y Pascal Cherance por nombrar a los de ayer no fueron presentador por nadie. dios es un salon merecen el lugar que les corresponde como invitados ."ME DIO PENA AJENA" falta de todoooooooo es que fue de lo peor.. en otro orden no se tomo en cuenta que si habia degustacion de algun tipo debe haber personal para recoger los platos etc. en 8 horas del primer dia no aparecio un recipiente para botar la basura y el comentario lo hago porque una niña de las DESORGANIZADORAS comento que la gente si eras sucia.. Srta nadie podia sostener11 platos de degustacion en las manos su trabajo era prever esta situacion. y cuidado con ese tipo de comentarios su juventud imagino permite hacer ese tipo de pesimos comentarios . espero mejores vientos el salon no debe morir . AAAAA !!!! y cobrar la copa fue el tope de lo chusma sono a extorcion si no compra la copa nada podra hacer porqu no hay donde colocar las catasssss DIOS PERDONALOS .....
Excelentes comentarios los de tus lectores mi querida Jackie. El de mi amigo Luis Blanco esta de perlas y nada mejor que el del Sr. Braulio, que como asistente se sintio insultado desde el principio.
En cuanto al estado del local...Donde esta la Alcaldia de Sucre y los Bomberos que no lo pusieron un parao a eso??
O es que el renombre de los mal-organizadores del evento los excusa hasta de las mas basicas normas de seguridad y de confort?
No creo.
En Venezuela, el usuario tiene que empezar a hacer valer sus derechos y esta edicion del SIG es un ejemplo de eso.
Gracias a Dios por los amigos cocineros que como siempre se botaron en Venezuela Gastronomica, los felicito a todos.
A mis colegas periodistas y a los amigos que cada año asisten al SIG, un aplauso por su estoica paciencia.
Espero que el SIG se siga realizando, pero con calidad desde todo punto de vista y espero tambien que el empresario LEA TODA LA CRITICA y que la asuma como tabla de errores a corregir y no como critica personal a su persona. Aqui no se valen malcriadeces ni pataletas histericas.
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