con salmón ahumado y Proseco
Mara Morillo Inciarte
Periodista venezolana residenciada en Austria
Exclusivo desde Viena para Textos en su tinta
Periodista venezolana residenciada en Austria
Exclusivo desde Viena para Textos en su tinta
El Museo de Ciencias Naturales de Viena ofrece, desde hace once años, cada segundo domingo del mes, un desayuno cultural. Este se inicia con una visita guiada a través del espectacular museo, en la cual se dan a conocer sorprendentes detalles sobre la historia, la arquitectura y la riquísima colección que guarda. A diferencia de otros museos en Viena, cuyo edificio fuera originalmente un palacio u otro tipo de residencia real, el Naturhistorisches Museum (NHM), fue levantado para albergar una extensa colección ya existente, perteneciente a la familia real. Después de casi veinte años de construcción, lo inauguró el 10 de agosto de 1889 el emperador que ordenara la obra: Franciso José I (1830-1916). La edificación en sí es una joya. Su arquitectura realza y testimonia la pasión coleccionista y el amor a las ciencias naturales de varias generaciones de la familia Habsburgo. Cada sala guarda una o más anécdotas vinculadas a la monarquía, y especialmente al último emperador de Austria: Francisco José I.
La ronda termina en el Café Nautilus del museo, con un desayuno compuesto de salmón ahumado, jugo de naranja, bagels, mantequilla, salsas diversas, café o té, y una copa de Proseco. Cuando los participantes toman asiento, encuentran sólo el salmón y el jugo de naranja sobre la mesa. Lo demás se les sirve poco a poco.
Sin embargo, debo acotar que la decoración de las mesas no me pareció acorde con el concepto. Para mí un desayuno como este debería ser majestuso. Manteles antiguos, cubiertos de plata, velas, flores y hasta música. Romper el ayuno con todos los sentidos, la rutina del resto de la semana. Por suerte, la ubicación del café compensa la falta: bajo una fantástica cúpula de unos sesenta metros de altura, paredes y pilares ricamente decorados, bellas estatuas, pisos de mármol y ventanales gigantes. El concepto no ha perdido éxito con los años, y hay que reservar con tiempo para obtener uno de los treinta cupos permitidos.
Entre los objetos más espectaculares del museo destaca un ramo de flores hecho con piedras preciosas, cerca del 1760. Consta de 2.102 diamantes, 761 gemas de diferentes colores y hojas de seda, en un florero de cristal de roca. Fue un regalo de Maria Teresa I de Austria (1717-1780) a su esposo Francisco I (1708-1765) el día de su onomástico. Tal demostración de amor no podía encontrar otro momento mejor para ser entregado que el que buscó la emperatriz: la mesa del desayuno. Me pregunto, cuál habrá sido el banquete imperial de aquella mañana.
2 comentarios:
¡Brava, Mara! ¡Qué bueno ver que estás escribiendo para tu público una vez más! Ya quisiera poder desayunar en el Museo.
Magnífico Mara.
Dureza.
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