En estos días en que periodistas, comensales y cocineros comentan sobre la apremiante necesidad de fundar en nuestro país una crítica gastronómica seria, sin condescendencias, sin bienintencionados anonimatos, esta breve novela para niños es una enorme lección.
El protagonista de Las descabelladas aventuras de Julito Cabello —Julito, claro— es un niño ocurrente y tan dispuesto a secundar las obsesiones paternas que termina convertido en un crítico acérrimo. Su padre, escritor especializado en restaurantes para un importante diario, lo lleva a cenar junto a su amigo Aarón. Al día siguiente, Julito y su compinche deciden incursionar en la escritura gastronómica y, sin querer queriendo, envían por correo electrónico su humilde pero enfática percepción de lo que ocurre en la cocina, en la mesa y hasta en los baños de un carísimo restaurante. Lejos de ser descartada por el editor —un glotón harto de las críticas pretensiosas de otros diarios—, la nota es publicada bajo el seudónimo de Beltrán Artickoke y genera un sinfín de acontecimientos que sepultan al padre en no pocos enredos.
El autor del libro, el chileno Esteban Cabezas, es periodista, crítico de restaurantes de El Mercurio y editor de una revista especializadas en vinos, La CAV. La novela, que obtuvo una mención especial en el Premio Norma-Fundalectura 2003, es una delicia, de esas que se leen rapidito y hacen que uno se ría solo, esté donde esté.
A través de las aventuras de Julito, el autor aborda una rotunda crítica al lenguaje de la prensa especializada. Dice Julito después de leer uno de los textos publicados por su padre: “¿Quieren que les diga la verdad, aunque sea una verdad ingrata que tiene que ver con mi adorado padre? La verdad es que no entendí casi nada. Primero, porque un montón de palabras no estaban en el disco duro de mi cabeza (suena bien eso, se lo escuché a uno de otro curso del colegio). ¿Alguien normal sabe lo que es un coulis? ¿O una ‘reducción’? ¿O una suprema de algo? Un ‘mezclum’, ¿qué es eso?”.
Más adelante, pasan por la guillotina de este interesantísimo escritor para niños —y adultos—, la comida chatarra, los restaurantes vegetarianos y hasta el capital pecado de la gula. Julito se pregunta casi al final de la novela publicada por el Grupo Editorial Norma en su Colección Torre de Papel: “¿Quién puede llegar a entender una descripción de la palta como ‘suave salsa verde-hilachenta’, y de la mayonesa como ‘delicada transformación del fruto de la gallina’˝.
La breve vida del encapotado crítico Beltrán Artickoke acaba cuando decide alabar la comida sana, lo que su editor entiende como una traición. Este libro merece pues, dos lecturas: una de disfrute pleno —carcajadas incluidas— y otra de reflexión, que ponga en entredicho lo que escribimos y leemos en torno al nada sencillo universo restaurador.
El protagonista de Las descabelladas aventuras de Julito Cabello —Julito, claro— es un niño ocurrente y tan dispuesto a secundar las obsesiones paternas que termina convertido en un crítico acérrimo. Su padre, escritor especializado en restaurantes para un importante diario, lo lleva a cenar junto a su amigo Aarón. Al día siguiente, Julito y su compinche deciden incursionar en la escritura gastronómica y, sin querer queriendo, envían por correo electrónico su humilde pero enfática percepción de lo que ocurre en la cocina, en la mesa y hasta en los baños de un carísimo restaurante. Lejos de ser descartada por el editor —un glotón harto de las críticas pretensiosas de otros diarios—, la nota es publicada bajo el seudónimo de Beltrán Artickoke y genera un sinfín de acontecimientos que sepultan al padre en no pocos enredos.
El autor del libro, el chileno Esteban Cabezas, es periodista, crítico de restaurantes de El Mercurio y editor de una revista especializadas en vinos, La CAV. La novela, que obtuvo una mención especial en el Premio Norma-Fundalectura 2003, es una delicia, de esas que se leen rapidito y hacen que uno se ría solo, esté donde esté.
A través de las aventuras de Julito, el autor aborda una rotunda crítica al lenguaje de la prensa especializada. Dice Julito después de leer uno de los textos publicados por su padre: “¿Quieren que les diga la verdad, aunque sea una verdad ingrata que tiene que ver con mi adorado padre? La verdad es que no entendí casi nada. Primero, porque un montón de palabras no estaban en el disco duro de mi cabeza (suena bien eso, se lo escuché a uno de otro curso del colegio). ¿Alguien normal sabe lo que es un coulis? ¿O una ‘reducción’? ¿O una suprema de algo? Un ‘mezclum’, ¿qué es eso?”.
Más adelante, pasan por la guillotina de este interesantísimo escritor para niños —y adultos—, la comida chatarra, los restaurantes vegetarianos y hasta el capital pecado de la gula. Julito se pregunta casi al final de la novela publicada por el Grupo Editorial Norma en su Colección Torre de Papel: “¿Quién puede llegar a entender una descripción de la palta como ‘suave salsa verde-hilachenta’, y de la mayonesa como ‘delicada transformación del fruto de la gallina’˝.
La breve vida del encapotado crítico Beltrán Artickoke acaba cuando decide alabar la comida sana, lo que su editor entiende como una traición. Este libro merece pues, dos lecturas: una de disfrute pleno —carcajadas incluidas— y otra de reflexión, que ponga en entredicho lo que escribimos y leemos en torno al nada sencillo universo restaurador.
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