Memoria y gastronomía suena a fórmula segura. Y lo es. Por eso el vasto listín de libros publicados que abordan los recovecos del recuerdo a partir de lo comido, lo bebido, lo gozado. Unos con más gracia que otros, esos libros se están convirtiendo en un relato antropológico de nuestro tiempo: “somos lo que comemos”, dicen por allí.
El escritor y periodista español Manuel Vicent aporta lo suyo al género a través de Comer y beber a mi manera, publicado a finales del 2006 por Alfaguara. Suerte de autobiografía ilustrada, compendio de ingredientes que forman ya parte de la memoria gustativa del autor y recopilación de sencillas recetas, se trata de una obra que, en el fondo, es un elogio a la cocina mediterránea que encanta y alimenta al autor.
Vicent señala que “el prestigio de la cocina mediterránea estriba en su visibilidad”, estando los ingredientes al descubierto, “sin salsas más o menos literarias que rompan la sustancia de estos alimentos naturales”. Y para sostener su propuesta, el libro discurre entre los más básicos manjares del Mare Nostrum. Comienza con un capítulo dedicado a los Alimentos primarios, donde poéticamente se explican el pan, el aceite de oliva, las milenarias aceitunas, el tomate, el pimiento, los frutos secos y los mercados, que para el autor son como “una estación de donde parten distintos convoyes de la memoria”.
El segundo apartado, titulado “El gusto de la memoria”, repasa muy diversos temas del rito culinario: los aperitivos para cada estación; las ensaladas y verduras a la plancha; la sopa que entona; los arroces, pescados, carnes y los postres.
Un tercer capítulo muestra el cambio del gusto y paladar experimentado por “los progresistas de los años sesenta del siglo pasado”; las bebidas que como proustianas madalenas convocan la ensoñación; y apuntes sobre la cocina mediterránea. El libro concluye con un apéndice intitulado “Once recetas pegadas a la vida”, hechas por amigos y reclutadas en diferentes lugares del mundo, que se suman a las salpicadas a lo largo de toda la obra.
Comer y beber a mi manera, con ilustraciones de Alfredo Alcaín, ganó el premio Gourmand de libros de cocina 2006 en la categoría «Best Cookbook Illustrations» en castellano.
Si bien toda reflexión gastronómica pasa por los alambiques del placer, Manuel Vicent cumple con tal precepto y va más allá a través de un discurso poético en el que discurren con elegancia y sensibilidad colores, aromas, sabores y frases que siempre acuden a la memoria como fecundo cántaro de resplandores: "Comer es un acto místico, convierte cualquier cosa en ti mismo"
Vicent señala que “el prestigio de la cocina mediterránea estriba en su visibilidad”, estando los ingredientes al descubierto, “sin salsas más o menos literarias que rompan la sustancia de estos alimentos naturales”. Y para sostener su propuesta, el libro discurre entre los más básicos manjares del Mare Nostrum. Comienza con un capítulo dedicado a los Alimentos primarios, donde poéticamente se explican el pan, el aceite de oliva, las milenarias aceitunas, el tomate, el pimiento, los frutos secos y los mercados, que para el autor son como “una estación de donde parten distintos convoyes de la memoria”.
El segundo apartado, titulado “El gusto de la memoria”, repasa muy diversos temas del rito culinario: los aperitivos para cada estación; las ensaladas y verduras a la plancha; la sopa que entona; los arroces, pescados, carnes y los postres.
Un tercer capítulo muestra el cambio del gusto y paladar experimentado por “los progresistas de los años sesenta del siglo pasado”; las bebidas que como proustianas madalenas convocan la ensoñación; y apuntes sobre la cocina mediterránea. El libro concluye con un apéndice intitulado “Once recetas pegadas a la vida”, hechas por amigos y reclutadas en diferentes lugares del mundo, que se suman a las salpicadas a lo largo de toda la obra.
Comer y beber a mi manera, con ilustraciones de Alfredo Alcaín, ganó el premio Gourmand de libros de cocina 2006 en la categoría «Best Cookbook Illustrations» en castellano.
Si bien toda reflexión gastronómica pasa por los alambiques del placer, Manuel Vicent cumple con tal precepto y va más allá a través de un discurso poético en el que discurren con elegancia y sensibilidad colores, aromas, sabores y frases que siempre acuden a la memoria como fecundo cántaro de resplandores: "Comer es un acto místico, convierte cualquier cosa en ti mismo"
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