La 25 edición del Festival de Cine de Mar del Plata acaba de dar su veredicto y la gran sorpresa de la jornada fue la película El Camino del Vino, de Nicolás Carreras, que obtuvo el Premio FIPRESCI al mejor largometraje argentino. Se trata de una película de ficción, pero como dice su director es “es una grieta para que emerja la realidad”.
El argumento está exquisitamente contado en la página web del film (aqui):
“El famoso sommelier Charlie Artuarola llega a la provincia de Mendoza, Argentina, para ser parte del glamoroso evento Masters of Food and Wine, después de “haber recorrido el mundo en una botella de vino” como él suele decir habitualmente.
Una vez en el evento, previo a su esperada degustación, entre el glamour, el stress, el marketing, el ritmo agitado, le ocurre algo insólito: la pérdida absoluta de su paladar.
Charlie necesita recuperarlo. En la búsqueda de solución a su problema, tiene encuentros decisivos con los grandes del mundo del vino, como Michel Rolland, con quien entiende que la cura pasa por “limpiar” su paladar con los grandes vinos de la región. Así Charlie empieza un viaje que va desde las más colosales viñas y bodegas, hasta las pequeñas fincas, las procesiones y festejos de la vendimia, entremezclándose con la gente de los pueblos mendocinos que trabaja en la vid. Pero tras comprobar el fracaso continuo de la fórmula del “mejor vino” el viaje se transforma en un retorno, alejándose del mundo glamouroso al que él cree pertenecer. Se convierte en una vuelta hacia su esencia, hacia sus seres queridos y hacia sus dolores y fantasmas verdaderos.
El camino del vino oscila con crueldad entre la comedia y el drama verdadero de un hombre que se ha perdido por el deseo de pertenecer a un mundo que no es suyo”.
El argumento está exquisitamente contado en la página web del film (aqui):
“El famoso sommelier Charlie Artuarola llega a la provincia de Mendoza, Argentina, para ser parte del glamoroso evento Masters of Food and Wine, después de “haber recorrido el mundo en una botella de vino” como él suele decir habitualmente.
Una vez en el evento, previo a su esperada degustación, entre el glamour, el stress, el marketing, el ritmo agitado, le ocurre algo insólito: la pérdida absoluta de su paladar.
Charlie necesita recuperarlo. En la búsqueda de solución a su problema, tiene encuentros decisivos con los grandes del mundo del vino, como Michel Rolland, con quien entiende que la cura pasa por “limpiar” su paladar con los grandes vinos de la región. Así Charlie empieza un viaje que va desde las más colosales viñas y bodegas, hasta las pequeñas fincas, las procesiones y festejos de la vendimia, entremezclándose con la gente de los pueblos mendocinos que trabaja en la vid. Pero tras comprobar el fracaso continuo de la fórmula del “mejor vino” el viaje se transforma en un retorno, alejándose del mundo glamouroso al que él cree pertenecer. Se convierte en una vuelta hacia su esencia, hacia sus seres queridos y hacia sus dolores y fantasmas verdaderos.
El camino del vino oscila con crueldad entre la comedia y el drama verdadero de un hombre que se ha perdido por el deseo de pertenecer a un mundo que no es suyo”.
Ha de ser una auténtica tragedia perder el arma de trabajo, la conciencia escogida, el vínculo con el mundo. Que lo diga un somelier, un enólogo. El director de la película afirma que su personaje debe renunciar a sí mismo si quiere pertenecer: “De ahí, la pérdida del paladar. Porque si el paladar, uno de los dos sentidos más primarios del hombre, es la conexión con los primeros preceptos personales del pasado, si uno niega su identidad, niega su paladar. Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, que se hace presente cada vez que usamos nuestros sentidos. Pero si se niega la memoria, se niega también el sentido. Carlos se transformó en “Charlie”, un showman, sin pasado, teniendo como consecuencia la pérdida de lo más fundamental: sus raíces, su herencia social y su familia”.
El trailer...
El camino del vino Trailer 2010 de Subterranea Films en Vimeo.
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