lunes, 8 de febrero de 2010

De Carora a las fauces del NAZISMO


Llegué a Carora huyendo. Del agobio capitalino. De un futuro en sombras. De las palabras. De esta página incluso. Me cobijaba la calidez del Club Pomar y la extraña holgura de hacer turismo en país propio. Sin bregas me entregué a la anchura de la luz, a la tierra seca, al cielo áspero. Siempre con la sensación de que Carora parece otro país, cántaro de un optimismo lejano, poetas y músicos por doquier, una arquitectura colonial conservada con esmero, viñedos milagrosos. Aquello era “un gran color sobre uno”, como escribiera el maestro de ahí oriundo, Luis Alberto Crespo.
Caminé por calles añejas, por la plaza de ocho entradas con su Bolívar sin caballo, anduve una casona de hombres ensimismados y una escuela de música en la que seiscientos niños forjan las certezas del país que luego será. Y al final de un solazo indoblegable, en la plaza que hace pórtico al Teatro Alirio Díaz, estaba el busto de monseñor Salvador Montes de Oca, cuya historia me traje con asombro de quien todo lo ignora, empeño de reportera y admiración de judía.
La guía lugareña explicó de volandas que nació en Carora en 1895 y murió en Italia en 1944 víctima de los nazis. Lo demás me lo contó el poeta Crespo y lo averigüé en Internet. En 1922 fue ordenado sacerdote, luego fue designado capellán del Santuario de la Paz, director espiritual del Seminario, secretario del Obispado de Barquisimeto, director del periódico diocesano El Embajador y docente en el Colegio Federal de Barquisimeto. En 1927 fue consagrado como el segundo obispo de Valencia y dos años después debió exilarse en Trinidad por publicar un texto en el que condenaba el matrimonio de divorciados, lo cual tendría un tinte político contra Juan Vicente Gómez y su Gabinete y que le ganó la tirria del entonces Presidente del país, Juan Bautista Pérez. En 1931 el propio Gómez levantó el exilio y el párroco regresó al país, pero tres años más tarde renunció a su Diócesis e ingresó a la Congregación de los Padres Sacramentinos en Florencia, Italia. En busca de mayor austeridad se adhirió final y fatalmente a la Orden de los Cartujos en Farneta di Lucca, en la Toscana.
La masacre de la Certosa o Monasterio di Farneta es histórica. Ocurrió en 1944, cuando soldados de la SS ingresaron en la cartuja donde los monjes habían hecho una excepción a sus votos de silencio absoluto y de aislamiento para dar refugio a un grupo de partisanos de la resistencia italiana antifascista. La noche del 1º de septiembre de 1944 los alemanes violaron el recinto y apresaron a los monjes y a sus huéspedes. Al día siguiente se les permitió celebrar una última misa antes de ser repartidos en diversas cárceles, en las que todos serían torturados y fusilados alrededor del 10 de septiembre. Fueron doce los monjes asesinados, entre ellos el prior del Monasterio de la Cartuja de Farneta di Lucca, y un venezolano, monseñor Salvador Montes de Oca, cuyos restos permanecieron en una fosa común hasta 1947, cuando fueron reconocidos y enterrados bajo el presbiterio de la Catedral de Valencia.
Pensé que de ese viaje a Carora sólo me traería el viento y la delicia de dos días a la intemperie. Por eso me conmueve de pronto esta historia que dice en voz muy baja de un venezolano víctima de los mismos nazis que acabaron con mis bisabuelos y con tantos parientes de judíos que hoy son tan venezolanos como “aquellas tierras largas, largas” de los desiertos larenses.