sábado, 23 de mayo de 2009

Anatonía de una cocina exitosa

Harry Sasson, chef y empresario restaurador

El año pasado pude conversar con el reconocido chef y empresario restaurador judeo colombiano, Harry Sasson, gracias a las amables gestiones de María Luisa Ríos del blog www.milsabores.net y a la invitación de Proexport

Foto: Revista Dinners

Hacia finales del año antepasado se escurrió por la web un texto que indicaba que el Alto Comisionado para la Paz de Colombia, Luís Carlos Restrepo, habría sucumbido a la ira cuando descubrió que ANNCOL, página web utilizada normalmente por las FARC, incluyó la receta "Gallina con papas chorreadas", creada por el chef colombiano Harry Sasson. Según la supuesta Agencia Ge, el Comisionado habría acusado al chef de colaborar con la alimentación de la guerrilla. Explicaba la misma nota que el chef habría luego respondido públicamente que él no era responsable de la inclusión de la receta en la citada página y que incluso expidió un comunicado en el que solicitaba a las autoridades su ayuda para que destruyeran todos los platos de gallina con papas chorreadas que encontrasen en los campamentos de las FARC. Finalizaba la nota con la noticia de que allegados a Sasson afirmaban que el chef estaría pensando en cambiar las susodichas papas por berenjenas en salsa de yerbabuena.
No hay que tener sino una pizca de humor para captar rápidamente que se trató de una broma lanzada por un buen amigo —o enemigo— de Harry Sasson. Queda claro, en todo caso, que Sasson es una figura tan pública y famosa en Colombia, que puede convertirse en epicentro de picantes sornas cibernéticas. De todas maneras, no sería extraño que cualquier grupete —legal o ilegal, oficial o clandestino, en la urbe o en el monte— se guiara por las fórmulas del célebre chef, uno de los renovadores del negocio restaurador y de la alta cocina en su país.
A Harry Sassón, nacido en Bogotá en 1969, no le cuadra aquello de que quien mucho abarca poco aprieta. Él es prueba de que quien mucho abarca con tesón, aprieta todo y más. Así lo corroboran sus cinco exitosos restaurantes, catalogados entre los mejores de Colombia: Harry Sasson Wok & Satay Bar, Balzac, Harry’s Bar, Chirec y Club Colombia. Si bien no tiene el don de la ubicuidad, el chef pasa todos los días por cada uno de ellos, da indicaciones, prueba, cocina. Además, escribe en la revista de Avianca y ha lanzado una línea de dieciocho productos, entre los que hay aderezos, vinagretas y salsas. Harry Sasson es, pues, una marca.
¿Su secreto? Lo explica sin reticencias: “Uno como cocinero tiene que saber quiénes son sus clientes, tienen que saber qué es lo que quieren y dárselo. Si el cliente lo que desea son dos huevos fritos, pues hay que hacérselos para que sean los mejores huevos fritos que se coma en su vida”. Tema aparte, acota: “Siempre hay que rodearse de gente muy buena y estar encima de todo. Nunca pensé que la cocina iba a ser un sacrificio y nunca lo ha sido. Para mi es un placer, mi restaurantes son una extensión de la sala de mi casa, me gusta estar en ellos, atender a la gente y que ésta sienta una experiencia no solo gastronómica sino de todo lo que tiene que ver con un restaurante”.

Impronta sefardí
Harry Sassón es hijo de colombianos y nieto de sirios. Los sabores sefardíes —no es secreto que como buen judío su madre ha sido su gran inspiración en los fogones— se evidencian en su gusto por la sazón africana y medioriental. Dice no ser religioso pero si muy tradicionalista, por lo que todo en su vida gira en torno a la mesa. Egresado del colegio Anglo Colombiano, estudió cocina en su ciudad natal en el Sena (Servicio Nacional de Aprendizaje), trabajando paralelamente en el Hotel Hilton de Bogotá, bajo la tutoría de André Sabouret —hoy chef del Hotel Alfonso XIII de Sevilla— . Más tarde viajó a Vancouver, Canadá, donde de la mano de reputado cocineros se hizo diestro en los grandes secretos de la cocina contemporánea. Regresó a Colombia seguro de que quería montar su propio restaurante. Y con el tiempo, como es un empedernido escudriñador de recónditas cocinas, no montó uno sino cinco restaurantes, que le han permitido experimentar con muy variados sabores, conceptos y propuestas: “Sin embargo, siempre vuelvo a lo clásico, a lo básico, a la cocina de tradición, a lo que nos da memoria. Cuando empecé en 1995 con Harry Sasson Wok & Satay Bar, yo quería mostrar lo que yo sabía hacer, las fusiones, las técnicas, las espumas, todas esas cosas innovadoras. Pero hoy estoy volviendo a la cocina más clásica, siempre que tenga algo de significado. Cada día me acerco más a trabajar con el fuego, el carbón, la leña, las parrillas, los hornos de piedra, el tandoor hindú, el wok japonés”.
Sasson, consiente de que la cocina le ha dado fortuna, es un hombre sensible y arrima su talento y corazón a diversas causas sociales como Fundamor (niños con Sida); Corazón Verde (viudas de la policía); Fana (niños en adopción): “Mis restaurantes dan de comer a unas cuatrocientas familias, de alguna manera estamos haciendo patria”, comenta orgulloso, arraigado a Colombia, seguro de que no quiere convertirse en un chef mediático, de esos que han puesto de moda los canales televisivos especializados en cocina. Lo suyo es tener las manos siempre en el fuego: “Uno como cocinero no puede dormirse, si uno va por la vida de manera recta uno no sube, cae. Mi padre me dijo ‘no te metas un bocado más grande del que te cabe porque te puedes ahogar’. Y eso hago”.

martes, 19 de mayo de 2009

Imperdible

Publicada en en la sección Misión Gula, del diario Tal Cual, el viernes 15 de mayo de 2009, esta crónica da cuenta del pequeño país que viaja y bebe sin medir sus miserias.

Petrus rojo rojito
Miro Popic



Señor Presidente: Aún recuerdo una alocución suya donde llamaba a todo el mundo a apretarse el cinturón y a prescindir de los gastos innecesarios, los viáticos, viajes, etc., especialmente entre los funcionarios de la administración pública. Me parece correcto que así sea y ojalá se cumpla, pero parece que no todos sus colaboradores escucharon esas palabras. Yo sé que usted lee a Teodoro y espero que haya llegado también hasta esta página 23 de los viernes. Le tengo un chisme que no lo es tanto, sino que está corroborado por la prensa francesa. Empiezo por el santo y luego por el milagro. Le recomiendo que busque entre su gente quiénes fueron los funcionarios que viajaron a Francia en febrero de 2009 en misión oficial y sabrá quiénes son los que no le hacen caso.
La Revue du Vin de France (la Revista del Vino de Francia), en su edición del mes pasado, da cuenta de una bolivariana cena efectuada en el prestigioso restaurante La Tour D’Argent (La Torre de Plata), 15-17 quai de la Tournelle, París 5, teléfono 0134542331. Es verdad que este restaurante ya no es lo que era antes, cuando iban mucho los adecos de entonces, pero sigue conservando su encanto burgués que tanto seduce a ciertos rojos rojitos, y forma parte de la historia de la gastronomía francesa, especialmente por su caneton a l’orange y su cava de vinos, con más de 500 mil botellas, con lo más exquisito de la enología del mundo.
Ocurre que en una mesa ocupada por venezolanos en misión oficial, donde se comió y bebió sólo lo mejor, como debe ser, tratándose de hijos de Bolívar, se descorchó como broche de oro nada menos que una botella de vino rojo llamado Petrus 1982, a un precio de sólo 17.000 euros. Sí, leyó bien, diecisiete mil euros, que multiplicados por no sé cuánto, da algo así como unos 136 mil bolívares fuertes, que tanta falta le hacen a nuestras universidades, por ejemplo. No sé si lo ordenaron porque sabían lo que estaban pidiendo, o porque era el más caro de la carta, cosa que es costumbre entre la nueva clase que nos gobierna.
¿Que qué es Petrus? Le cuento. Para muchos es el mejor y más caro vino del mundo. Viene de Burdeos, del Pomerol, de una modesta propiedad de poco más de 11,5 hectáreas, inexpropiables, por más que Elías Jaua quiera, donde la sencillez e inteligencia de generaciones logran elaborar cada año unas pocas botellas de un jugo de uvas maravilloso y mágico. Es un vino 95% Merlot y 5% cabernet franc. Proviene de cepas antiguas de más de 50 años, cultivadas en un suelo arcilloso azulado, duro, rico en hierro, con un drenaje que regula la humedad y permite el desarrollo especial de las uvas. Aquí fue donde comenzó en 1971 lo que se llama “poda en verde”, que consiste en dejar sólo unos pocos racimos por planta, con bajo rendimiento, para que logren concentrar aromas y riquezas únicas, que es lo que al final hace la diferencia. La vendimia, contrariamente a lo habitual, se hace al mediodía y no en las mañanas, para evitar la humedad e, incluso a veces, se utilizan helicópteros para generar corrientes de aire que sequen los racimos, o calentadores para alejar las heladas, o cubiertas de plástico para evitar las lluvias tempraneras, etc. Se vinifica en depósitos de cemento, se juntan las prensadas y se deja unos 20 meses en barricas nuevas, trasegándose cada tres meses. Anualmente salen entre 15 mil y 40 mil botellas que ya están vendidas incluso años antes de ser cosechadas las uvas. En primeur sale a unos 200 euros la botella, que luego va subiendo de precio según la añada y el envejecimiento hasta llegar a los 17 mil que pagaron sus empleados con el dinero de todos los venezolanos.
Confieso que he probado dos veces Petrus, las dos veces invitado, obviamente. No puedo afirmar que sea el mejor vino del mundo, pero sí que se trata de algo maravilloso, excepcional, único, inimitable, mágico. Un vino de terciopelo que se queda para siempre en el paladar, eternizado en nuestra memoria gustativa.
Si los compatriotas que mandaron descorchar ese Petrus de 136 millones de bolívares viejos lo pagaron de su bolsillo, cosa que dudo, no hay problema alguno. Pero si lo pagaron del presupuesto nacional que nos corresponde a todos, merecen el paredón, no tanto por los reales derrochados, sino porque seguro no supieron apreciar lo que estaban haciendo.
¡Patria, Petrus o Muerte…
Beberemos!

martes, 5 de mayo de 2009

Un tributo al maestro

Foto tomada de lavozdigital.es


Ahora que tenemos sobre la lengua la misma pasta de la tierra,
puedo olvidar mi corazón y resistir las cucharas.

Antonio Gamoneda

viernes, 1 de mayo de 2009

Panes para el alma



Basta un trozo de pan como paisaje.
Como divisa, un trozo de pan basta.

Carlos Marzal