Testimonios de UN HAMBRE
A propósito del «Día Internacional de Conmemoración en Memoria de
las Víctimas del Holocausto»
Fotografía: © Diego León / Monumento a los judíos
asesinados de Europa
(Denkmal für die ermordeten Juden Europas), del arquiteto
Peter Eisenman, Berlín (1998-2005).
Es el otro costado de este blog.
lo insoportable.
Lo que no se vence:
EL HAMBRE.
Lo que sigue son testimonios de sobrevivientes del Holocausto que hicieron del hambre, cuando ya nada les quedaba, un tema, un acabose y también una esperanza:
«Yo sólo soñaba con el día en que pudiera comer cuanto quisiera, y tener una bicicleta y poder ir de un lugar a otro.» / J.K.
«Pasamos mucha hambre, era difícil conseguir alimento, comíamos habitualmente una especie de cereal amarillo en el que nadaban diferentes insectos, pero sobre todo gusanos. Para comer este cereal había que separar los gusanos.» / M.J.
«De la comida no quiero hablar. En la mañana nos daban un pedazo de pan, muchas veces estaba ya verde, podrido. Muchas niñas y mayores tenían la costumbre de cocinar con la mente, entonces yo les decía: “¿de qué hablan ustedes, de cómo se hace la sopa?”. Era una locura. Y las mayores eran tan tontas como las chiquitas. Hablaban de qué comían el viernes en la noche o Yom Kipur, como si no estuviesen en un campo de concentración» / L.V.
«Como necesitaba comer, iba a lugares baratos. Una noche, se sentó junto a mi mesa una pareja joven que tenía svásticas. Escuchándolos hablar comprendí que el muchacho era un "busca judíos" y estaba contando sus aventuras. En cierto momento, ella le preguntó cómo reconocía a los judíos, a lo que él respondió: “sus ojos reflejan pánico”. Yo podía jurar que el cuento estaba dirigido a mí. Apenas pude tragar mi comida —todavía recuerdo que era huevos revueltos con espinacas—, me paré y saludándolos amablemente me fui. Estaba segura de que me iban a seguir, pero no ocurrió así. Fue un milagro.» / K.W.
«El hambre es algo terrible, uno es capaz de matar. Yo me fui con un machete a la calle. Allí habían muchos caballos muertos, porque en esa época se usaban coches y los caballos morían por los bombardeos. Yo que jamás tocaría una cosa muerta, saqué con el machete un trozo y mi mamá lo cogió con un papel y cocinamos aquella carne entre dos ladrillos. En un restaurante abandonado conseguí unas sillas de madera para hacer fuego. Luego me fui a saquear porque tenía hambre. Así sobrevivimos. Sin embargo, ya éramos felices.»/ K.W.
Textos de mi libro Nosotros, los salvados
(Kalathos Libros, Caracas, 2015)
Textos de mi libro Nosotros, los salvados
(Kalathos Libros, Caracas, 2015)
Verónica Hollo de Deustch
Una vez mi madre me mandó a
buscar pan.
De regreso encontré un
periódico,
me senté a leerlo y a comer.
Empezaron a llegar gansos,
le di un poquito a uno, a
otro, a otro.
Y cuando me di cuenta, casi
no había pan.
Era el pan de toda la
semana.
(...)
Yehuda
Bubis
La gente era muy salvaje,
tenía hambre.
Andábamos por los campos,
bajo nieve,
buscando una papa podrida.
Cuando mi papá veía un pájaro,
decía «vamos a atraparlo para hacer sopa».
Lo poco que mi madre tenía lo daba a los niños.
Y murió.
Murió de hambre.
(...)
Janek Krakower
Mi papá había dicho
que no iríamos a Auschwitz,
que nos sentaríamos los seis
alrededor de la mesa para
envenenarnos.
Juraba: «no nos van a romper
la familia».
Yo solo soñaba con el día
en que pudiese comer cuanto
quisiera,
y tener una bicicleta
y poder ir de un lugar a
otro.
(...)
Zofía Kaufman de Landau
En el día comíamos pan,
en la noche una sopa
de huesos humanos molidos.
Eso nos decían.
Yo tenía una dieta especial
por trabajar en la oficina:
un poco de mermelada,
a veces salchichón,
que repartía entre los
hombres de la familia.
La tarjeta de mi esposo y la
mía la di a mis cuñados.
Compraba a las muchachas de
la cocina una papa
y preparaba yo misma la
comida de mi esposo.
Yo no comía mucho.
No se podía comer, no se
podía vivir.
Nosotros, los salvados puede adquirirse en Caracas en las librerías Kalathos, El Buscón, Alejandría y en Amazon