miércoles, 3 de febrero de 2016

Poesía y chile habanero, un perfecto encuentro

Salsa Habanera Chimay propone «POESÍA AL BORDE»


 Foto: Rudy Girón




Elizabeth me trajo de México una Salsa Habanera Chimay.

No como picante. No me gusta. Me cae mal.

A los míos les encantó.

Pero de pronto adoré esta salsa: abajo, en toda su redondez tiene un fragmento de un magnífico poema de Carlos Pellicer, bajo el lema «Poesía al borde».

Esta salsa «100% original de Tabasco», viene en varios rangos de picor: Amarilla, la extra picante; Roja, la muy picante; Verde, la poco picante; y la Negra la menos picante.

El Facebook de la marca indica que «en la elaboración de ésta salsa habanera no se utilizan colorantes ni saborizantes artificiales, por lo que podrá apreciar una apariencia, cuerpo y textura de características naturales o caseras, conservando el sabor y propiedades terapéuticas propias del chile habanero natural, éstas salsas son únicas ya que en el mercado solo se comercializa la salsa habanera roja y verde donde no se diferencia el sabor ni picor por el uso de colorantes y saborizantes artificiales».

Un correo enviado por Salsa Habanera Chimay me explica que el comité empresarial de Chimay — fundada hace veinte años en el estado de Tabasco — está conformado por una pareja y sus cuatro hijos: «Cada uno de ellos desarrolla un papel importante en la administración, producción y comercialización de los productos. Está familia considera la importancia de fomentar el arte como parte del compromiso social de Chimay. Y si Chimay tiene la oportunidad de comunicar de manera masiva el arte a través de sus productos, proyectos o palabra, lo hace».

Ya quisiera que los productos que sobrevivan a la debacle económica que arrasa a Venezuela llevaran poemas de los grandes escritores del país. Quién sabe si alguna empresa se anime. Por ahora leamos al gran poeta mexicano Carlos Pellicer desde una salsa de chile habanero…





POESIA AL BORDE 
Estoy todo lo iguana que se puede  
Carlos Pellicer

 
Estoy todo lo iguana que se puede
La tierra es como el cielo. Todo es fruto
de una máquina de soledad. El viento
campea displicente. Nada tiene
sino una enorme juventud. El tiempo
carece de estatura. Por el día
pasa la flecha que todo lo hiere.
El lugar de las cosas sobrevive
a cada instante. De una palmera
salen altas sonrisas y en el agua
sonríe la tristeza. Quieto a fondo,
miro la destrucción de mi espesura

Y es la tierra, mi tierra, el polvo mío,

el árbol de la noche sollozada,

las puntuales blancuras de la garza,

las luces de mis ojos, el trayecto

de una mirada a otra mirada. 
El cielo
que vuela de mis ojos a los cielos

de unos ojos terrestres y las nubes

que desbordan el canto. 

Nada vive
para morir sin dar. En todo encuentr
algo de mí y en todo vivo y muero.
Estoy todo lo iguana que se puede,
desde el principio al fin.
Hay ya un lucero.


(Villahermosa, una vez de octubre de 1966)









Gracias Elizabeth, por obsequiarme la salsa y este post....