domingo, 20 de febrero de 2011

Dos poemas de Luís Pérez Oramas

De su libro La gana breve


Luis Pérez-Oramas fue seleccionado para dirigir la trigésima edición de la Bienal de Sao Paulo, que abrirá sus puertas en septiembre del próximo año. Su participación en la confrontación artística más importante de Latinoamérica le otorgará, además, la prerrogativa de escoger al representante de Brasil en la Bienal de Venecia de 2013.
El venezolano fue escogido por un comité entre un grupo de aspirantes integrado por el español Agustín Pérez Rubio, que se desempeña como director del Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León; el suizo Hans Ulrich Obrist, director de Proyectos Internacionales de la Serpentine Gallery de Londres; el brasileño Rodrigo Moura, curador del Museo Inhotim/Centro de Arte Contemporânea de Brasil; y su compatriota Suely Rolnik, docente de la Universidad Católica de Sao Paulo, reseña la publicación Arte informado en su sitio web.
Pérez-Oramas, que se desempeña desde 2002 como comisario de Arte Latinoamericano del Museo de Arte Moderno de Nueva York, se ausentará parcialmente de la institución para asumir el nuevo compromiso, pero espera retornar a su puesto en 2013, informa el portal Art News. El especialista en Historia del Arte y poeta asistió a la bienal en 1998, en calidad de curador invitado. (El Nacional)
La otra importante faceta de Pérez Oramas es la de poeta. Por eso dejo aquí dos textos de su autoría, perfectos para este domingo de café, mandarinas y nostalgias:

Cuando esté lejos añoraré las cosas.

Podré nombrarlas, hacerles inventario
y así henchir el vientre de los días
con promesas vagas, con apenas visiones.
Cuando esté lejos añoraré las cosas.
El agua del castaño, por ejemplo
paraíso cada viernes protector de la familia
señor de las cocinas
del fuego prohibido o la infusión para mañana.

Haré el inventario:

Dispondré de cariaquito sembrado antes que uno
despertando de memoria los olfatos
en cada cual, en cada grifo, en toda mano.

Añoraré las cosas:

Borra de café serán los días
pieles exprimidas de naranja
despojos de lentos desayunos
pecado original en las migajas.

Haré el inventario aunque me expulsen
y diré en aquel recinto ya sin ángel
entre aquellas losas ya con Tata o Tomasita
en aquel calor del horno abierto, aventado de comidas
esperando estuve yo con la alegría.


La mandarina era el olor de la merienda.
Uno podía bañarse
y ella insistía sobre el cuerpo.

Ahora busco otro olor propicio
en la comestible palidez del día.
Ahora aúllan las sirenas
tiempos de paz, los árboles desnudos.

De aquella pasión no queda
miga en mano.
Pero confieso mi fidelidad
a la alegría entrevista
en las sombras, ciertos cuerpos.

La mandarina era el olor de la merienda.
Yo me pregunto cómo era
a qué olía
nuestra pasión ingenua.

1 comentario:

Consuelo Mendez dijo...

bella entrada la de hoy, Jacqueline. Gracias...me gusta el olor a mandarina