Válgame Dios
lleva el mundo
restaurador a la telenovela
©Jacqueline Goldberg
Mónica Montañés |
No veo muchas telenovelas, pero cuando
los tiempos del almuerzo me lo permiten, lo hago sin intelectualosos
remordimientos. Y por absoluta casualidad me he pegado a aquellas que tienen un
epicentro gastronómico.
Hace unos años vi y escribí sobre Arroz con leche, de Doris Seguí, transmitida por Venevisión, donde Jean Carlo Simancas y Luís Gerónimo Abreu
eran chef y subchef del elegante restaurante Yerbabuena en torno al que todo
ocurría.
Ahora otra telenovela de Venevisión
introduce un restaurante en su trama. Se trata de la Válgame Dios, de Mónica Montañés, que se transmite desde el pasado
mes de marzo a las dos de la tarde. El restaurante en cuestión, El Caserito, es
sencillo y entre sus muros se cuece una ramificación de la trama principal, que
no es la de los protagonistas sino la del antagonista. Gamboa (Ricardo Álamo) tiene
una esposa, una amante y una tres. La amante es Dinorah Calcaño, personaje
interpretado por Flavia Gleske, chef y dueña del comedero.
Más allá de los conflictos amorosos
—que en esta telenovela producen carcajadas que se agradecen— la telenovela
introduce muchos de los elementos del mundo restaurador que en este momento se
hallan sobre el mesón: la cocina de impronta venezolana, un restaurante en
crecimiento, jóvenes que han estudiado cocina y en breve la presencia de un
crítico gastronómico.
Me cuenta Mónica Montañés, en una
exclusiva entrevista telefónica, que su idea de introducir un restaurante en el
espacio televisivo viene de su fascinación por la comida: “Si no me contuviera
sería redonda totalmente, además soy gran admiradora de la gente que emplea su
creación en hacer que lo que comemos sea divino. Hay gente que me escribe
diciendo que mis personajes se la pasan comiendo. Y es verdad. Con gran frecuencia están en la cocina,
toman café, salen a cenar, beben vino”.
Sobre el personaje de la medio tonta y
esperanzada Dinorah, cuenta: “Al inventar a Dinorah, la amante, quise un
personaje que fuera chef, que hubiese estudiado cocina en una de esas academias
fabulosas que hay ahora en Venezuela, como la de Sumito Estévez; que tuviera un
trabajo atractivo que llenara las largas horas que pasa esperando a su Jose”.
Junto a Dinorah está en la cocina
Remigio —muy bien interpretado por Alex Da Silva—, también chef y a quien a
veces llaman “Remy” o “Ratatouille”, en clara y graciosa alusión a la película de
animación sobre la rata que anhelaba cocinar en París. Dice Montañés: “Siempre pensé que una mujer como
Dinorah, que lleva diez años siendo la amante, difícilmente tiene amigas
mujeres y me la imaginé más en un mundo donde su mejor amigo es gay y también
chef. Yo no quería que trabajaran en un restaurante consagrado, sino que todo
fuera un comienzo, un restaurante pequeño, donde sólo se sirviera comida
venezolana, por eso eventualmente ellos preparan una Polvorosa de pollo y a
través de “Chúo el mollejúo” (Juan Carlos Gardié), el maracuchísimo papá de
Dinorah, se hace alusión a Mandocas y él mismo ha preparado Tortilla de plátano
y Chivo en coco. Y es muy gracioso, pues los maracuchos me escriben por Twitter
para armarme un lío diciéndome que ellos no sólo comen patacón y me sugieren
una serie de platos zulianos. Así he ido introduciendo a Chúo dentro de la
cocina”.
Alex Da Silva, acota Montañés, “es uno
de esos actores con los que a uno como escritor le gusta trabajar. Yo le pedí
que cuando cortara cebolla en julianas, fueran julianas de verdad. Y él fue a
un lugar y aprendió. De hecho, cuando estudió actuación en Londres, para
pagarse los estudios trabajó en un restaurante, por lo que ese mundo no le es
desconocido y más bien le ayuda a imprimir un poco más de realismo”.
Montañés cuenta que siempre se planteó
que al final de la novela no sólo se cumplieran los sueños de amor sino también
los profesionales, que considera tanto o más importantes que los del corazón.
Por eso en el restaurante El caserito están comenzando a aparecer asuntos que
dan cuenta del crecimiento del negocio como son la puesta en marcha de una
página web, el servicio de delivery, el abrir de noche y el hacer que
Mayerling, la mesonera, sienta la necesidad de tener un oficio real: “Y por esos
caminos terminó apareciendo un crítico gastronómico al que Remigio ha leído con
admiración en revistas gastronómicas, Guto Vasco, que pronto se envolverá en
una trama por momentos jocosa. El crítico llegará como lo hacen los periodistas
gastronómicos del New York Times, sin que nadie sepa que es él, pues sólo lo
conocen por el nombre. Y habrá un drama inimaginable en torno a su presencia y
al sueño cumplido de Remigio”.
Sin soltar prenda, Mónica Montañés deja
colar que en este momento trabaja en una pieza para teatro donde no se espera a
Godot sino precisamente a un crítico gastronómico.
Quizá Válgame Dios sea la primera telenovela venezolana que asome a un
crítico gastronómico, figura mitificada en muchas películas y que con el Anton Ego
de Ratatouille caló hondo entre conocedores y ajenos a la gastronomía.
Yo, al menos, estoy loca por ver cómo
será Guto Vasco, cómo habla, por qué escribe, si se parecerá a Ben Amí Fihman, a
Miro Popic, a Vladimir Viloria, a Ignacio Medina o al mismísimo Anton Ego.
Curiosa, pregunté por detalles, pero Mónica
Montañés solo me brindó una telefónica carcajada de despedida.
Para seguir la pista
@MonicaMontanesC
@ValgameDiosVV
Capítulos on line:
http://www.venevision.com/valgamedios/
Fotos tomadas de capítulos on line.
1 comentario:
Creo que es una buena opcion combinar la poesía con el café asi que como juntar el tema del rubro gastronómico con la literatura. Yo suelo pedir comida a un delivery centro para quedarme leyendo
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