martes, 21 de agosto de 2012

Entrevista exclusiva a Mónica Montañés


Válgame Dios 
lleva el mundo restaurador a la telenovela
©Jacqueline Goldberg

Mónica Montañés

No veo muchas telenovelas, pero cuando los tiempos del almuerzo me lo permiten, lo hago sin intelectualosos remordimientos. Y por absoluta casualidad me he pegado a aquellas que tienen un epicentro gastronómico.
Hace unos años vi y escribí sobre Arroz con leche, de Doris Seguí, transmitida por Venevisión, donde Jean Carlo Simancas y Luís Gerónimo Abreu eran chef y subchef del elegante restaurante Yerbabuena en torno al que todo ocurría.
Ahora otra telenovela de Venevisión introduce un restaurante en su trama. Se trata de la Válgame Dios, de Mónica Montañés, que se transmite desde el pasado mes de marzo a las dos de la tarde. El restaurante en cuestión, El Caserito, es sencillo y entre sus muros se cuece una ramificación de la trama principal, que no es la de los protagonistas sino la del antagonista. Gamboa (Ricardo Álamo) tiene una esposa, una amante y una tres. La amante es Dinorah Calcaño, personaje interpretado por Flavia Gleske, chef y dueña del comedero.
Más allá de los conflictos amorosos —que en esta telenovela producen carcajadas que se agradecen— la telenovela introduce muchos de los elementos del mundo restaurador que en este momento se hallan sobre el mesón: la cocina de impronta venezolana, un restaurante en crecimiento, jóvenes que han estudiado cocina y en breve la presencia de un crítico gastronómico.
Me cuenta Mónica Montañés, en una exclusiva entrevista telefónica, que su idea de introducir un restaurante en el espacio televisivo viene de su fascinación por la comida: “Si no me contuviera sería redonda totalmente, además soy gran admiradora de la gente que emplea su creación en hacer que lo que comemos sea divino. Hay gente que me escribe diciendo que mis personajes se la pasan comiendo. Y es verdad. Con  gran frecuencia están en la cocina, toman café, salen a cenar, beben vino”.
Sobre el personaje de la medio tonta y esperanzada Dinorah, cuenta: “Al inventar a Dinorah, la amante, quise un personaje que fuera chef, que hubiese estudiado cocina en una de esas academias fabulosas que hay ahora en Venezuela, como la de Sumito Estévez; que tuviera un trabajo atractivo que llenara las largas horas que pasa esperando a su Jose”.
Junto a Dinorah está en la cocina Remigio —muy bien interpretado por Alex Da Silva—, también chef y a quien a veces llaman “Remy” o “Ratatouille”, en clara y graciosa alusión a la película de animación sobre la rata que anhelaba cocinar en París. Dice Montañés: “Siempre pensé que una mujer como Dinorah, que lleva diez años siendo la amante, difícilmente tiene amigas mujeres y me la imaginé más en un mundo donde su mejor amigo es gay y también chef. Yo no quería que trabajaran en un restaurante consagrado, sino que todo fuera un comienzo, un restaurante pequeño, donde sólo se sirviera comida venezolana, por eso eventualmente ellos preparan una Polvorosa de pollo y a través de “Chúo el mollejúo” (Juan Carlos Gardié), el maracuchísimo papá de Dinorah, se hace alusión a Mandocas y él mismo ha preparado Tortilla de plátano y Chivo en coco. Y es muy gracioso, pues los maracuchos me escriben por Twitter para armarme un lío diciéndome que ellos no sólo comen patacón y me sugieren una serie de platos zulianos. Así he ido introduciendo a Chúo dentro de la cocina”.
Alex Da Silva, acota Montañés, “es uno de esos actores con los que a uno como escritor le gusta trabajar. Yo le pedí que cuando cortara cebolla en julianas, fueran julianas de verdad. Y él fue a un lugar y aprendió. De hecho, cuando estudió actuación en Londres, para pagarse los estudios trabajó en un restaurante, por lo que ese mundo no le es desconocido y más bien le ayuda a imprimir un poco más de realismo”.
Montañés cuenta que siempre se planteó que al final de la novela no sólo se cumplieran los sueños de amor sino también los profesionales, que considera tanto o más importantes que los del corazón. Por eso en el restaurante El caserito están comenzando a aparecer asuntos que dan cuenta del crecimiento del negocio como son la puesta en marcha de una página web, el servicio de delivery, el abrir de noche y el hacer que Mayerling, la mesonera, sienta la necesidad de tener un oficio real: “Y por esos caminos terminó apareciendo un crítico gastronómico al que Remigio ha leído con admiración en revistas gastronómicas, Guto Vasco, que pronto se envolverá en una trama por momentos jocosa. El crítico llegará como lo hacen los periodistas gastronómicos del New York Times, sin que nadie sepa que es él, pues sólo lo conocen por el nombre. Y habrá un drama inimaginable en torno a su presencia y al sueño cumplido de Remigio”.
Sin soltar prenda, Mónica Montañés deja colar que en este momento trabaja en una pieza para teatro donde no se espera a Godot sino precisamente a un crítico gastronómico. 
Quizá Válgame Dios sea la primera telenovela venezolana que asome a un crítico gastronómico, figura mitificada en muchas películas y que con el Anton Ego de Ratatouille caló hondo entre conocedores y ajenos a la gastronomía.
Yo, al menos, estoy loca por ver cómo será Guto Vasco, cómo habla, por qué escribe, si se parecerá a Ben Amí Fihman, a Miro Popic, a Vladimir Viloria, a Ignacio Medina o al mismísimo Anton Ego.
Curiosa, pregunté por detalles, pero Mónica Montañés solo me brindó una telefónica carcajada de despedida. 



Para seguir la pista
@MonicaMontanesC
@ValgameDiosVV

Fotos tomadas de capítulos on line.

1 comentario:

Cristian dijo...

Creo que es una buena opcion combinar la poesía con el café asi que como juntar el tema del rubro gastronómico con la literatura. Yo suelo pedir comida a un delivery centro para quedarme leyendo