viernes, 24 de abril de 2009

Toda boca...

Ernst Ludwig Kirchner

Se pregunta Hermann Broch en su muy compleja novela Los inocentes:

“¿En qué momento de la vida pierde una boca el don de comunicar felicidad? ¿En qué momento queda relegada a simple instrumento para comer, aunque el don de la palabra la siga ennobleciendo hasta el último escalón de la vejez?”.

Y yo, desde este viernes casi clausurado, dudo de esas bocas que todo lo probaron y vienen de vuelta; de aquellas que todo lo dijeron y desconocen el amargor  y el almíbar. Me pregunto, ¿de qué vale la palabra que no saborea, la boca que no lame ni besa?

“Soy toda boca”, escribió Sylvia Plath.

¿Y tú?

1 comentario:

Karina Pugh Briceño dijo...

yo soy una boca pegada a un cuerpo, con lo bueno y lo malo que esto supone.

Hermosísimo, Jaqueline...