Confieso que he pecado
con alevosía,
ignorancia
y pichirrería.
Entré en volandas al Supermercado Plaza buscando un vino “muy barato” que me sacara del apuro ante la distancia de la quincena y que si bien no se “maridara” al menos coqueteara con el Risoto con hongos que prepararía. El surtido en ese local es, como sabemos, algo más que infame. Había algunas botellas que reconocía buenas, pero superaban mi monedero y el apremio de mi hijo que me perseguía entre los estrechos pasillos. Total que terminé haciendo lo que sé que jamás se debe: compré una botella por su bello nombre. Caí rendida ante Casa de piedra. No podrán negar que es sugestivo, poético, memorioso. Incluso su descripción suena emotiva: “A fuerza de viento, lluvia y nieve, componentes característicos de Valle del cual toma su nombre, nace esta robusta mezcla andina, vino chileno por donde se lo tome”. La etiqueta es fea, pero el nombre lo era todo. Y lo compré.
Al llegar a casa lo enfriamos y la verdad es que no estuvo tan mal. Era un Cabernet Sauvignon 2009, de color medio rubí. En nariz era algo fuerte, con frutos más negros que rojos, con algo de chocolate. El cuerpo ligero, se dejó disfrutar. En boca era entero, afrutado, con una mínima acidez. En fin, que suena hasta seria mi nota de cata e incluso el vino. Y el risoto mareó a los comensales.
Al día siguiente la curiosidad me mató y fui directo a Internet. En una búsqueda general el vino ni siquiera aparece. Tuve que ir a la página de la distribuidora Francisco Dorta que nombra la etiqueta para hallar datos: “Vino de sabor intenso, típico de las cepas de Cabernet Sauvignon. Posee carácter y cuerpo, pero al mismo tiempo, taninos suaves, combinación que le confiere su característico equilibrio. Con más de 120 años de tradición, los famosos vinos Casa de Piedra, son producidos con uvas provenientes de los cálidos faldeos de la Cordillera de Los Andes, que a su vez se refrescan por la brisa marina del Océano Pacífico. Los vinos provienen de la adecuada mezcla de finos cepajes tintos y blancos, añejados en vasijas de encima francesa, característica que le concede complejidad y estructura para ser guardado por más de tres años”. Solo en esa página leí que lo produce Don Juan Mitjans, proveniente de la provincia de Cataluña España, quien “funda a principios del siglo XX en Santiago de Chile, lo que hoy es un grupo de empresas caracterizadas por la búsqueda incesante de la calidad y satisfacción de sus consumidores”.
Para una escritora las trampas de la palabra son ineludibles. Hay quien se enamora del diseño de las etiquetas, yo sucumbo ante nombres, aunque he aprendido —de ustedes, sobre todo— que es un error que luego se paga caro, que es absurdo comprar un vino con las inaprensibles armas del corazón. Pero no puedo remediarlo, me seducen los vinos, los poemas y los hombres de palabras bien tejidas. Me derrite una metáfora, el golpe de un adjetivo, una remembranza sin exceso de artículos. De ahí que sin mediaciones de calidad admiro etiquetas patagónicas como Postales del fin del mundo o Saurus —con su dinosaurio dorado— Y por mucho que me han insistido en que es preferible un Oporto regular al Malamado de Familia Zuccardi, bebí varias botellas de este último con la ilusión de su referencia al cruel destino del desamor, cuando en realidad el nombre huye a todo romanticismo y se trata, burdamente, de un “Malbec a la manera de Oporto”…. En fin, así soy.
Al día siguiente la curiosidad me mató y fui directo a Internet. En una búsqueda general el vino ni siquiera aparece. Tuve que ir a la página de la distribuidora Francisco Dorta que nombra la etiqueta para hallar datos: “Vino de sabor intenso, típico de las cepas de Cabernet Sauvignon. Posee carácter y cuerpo, pero al mismo tiempo, taninos suaves, combinación que le confiere su característico equilibrio. Con más de 120 años de tradición, los famosos vinos Casa de Piedra, son producidos con uvas provenientes de los cálidos faldeos de la Cordillera de Los Andes, que a su vez se refrescan por la brisa marina del Océano Pacífico. Los vinos provienen de la adecuada mezcla de finos cepajes tintos y blancos, añejados en vasijas de encima francesa, característica que le concede complejidad y estructura para ser guardado por más de tres años”. Solo en esa página leí que lo produce Don Juan Mitjans, proveniente de la provincia de Cataluña España, quien “funda a principios del siglo XX en Santiago de Chile, lo que hoy es un grupo de empresas caracterizadas por la búsqueda incesante de la calidad y satisfacción de sus consumidores”.
Para una escritora las trampas de la palabra son ineludibles. Hay quien se enamora del diseño de las etiquetas, yo sucumbo ante nombres, aunque he aprendido —de ustedes, sobre todo— que es un error que luego se paga caro, que es absurdo comprar un vino con las inaprensibles armas del corazón. Pero no puedo remediarlo, me seducen los vinos, los poemas y los hombres de palabras bien tejidas. Me derrite una metáfora, el golpe de un adjetivo, una remembranza sin exceso de artículos. De ahí que sin mediaciones de calidad admiro etiquetas patagónicas como Postales del fin del mundo o Saurus —con su dinosaurio dorado— Y por mucho que me han insistido en que es preferible un Oporto regular al Malamado de Familia Zuccardi, bebí varias botellas de este último con la ilusión de su referencia al cruel destino del desamor, cuando en realidad el nombre huye a todo romanticismo y se trata, burdamente, de un “Malbec a la manera de Oporto”…. En fin, así soy.
La inmediata respuesta de Vladimir Viloria:
Mi querida Jacqueline...
La poesía en los poetas, pues no tiene remedio, y menos para ti, dadora de palabras, tejedora de versos, pluma limpia y fácil.
Casa de Piedra -¿ha de ser como la cama aquella?- insinúa cosas, si, y el vino que la encarna se defiende, más aún si no perdemos de vista su módico precio. La compañia, tu risoto y las ganas de libar sin sobresaltos, sin duda lo ayudaron...Ojalá y la poesía ayudara un poco más a la impostura de la cultureta del vino y el inescrupuloso marketing. ¿Moraleja?: Puede haber cumplidores vinos detrás del antifaz de horribles etiquetas; no siempre lo costoso gratifica. Descubrir vinos como el Casa de Piedra, son pequeños trofeos que llevamos a casa con orgullo de cazadores...Salud¡
1 comentario:
"Me seducen los vinos, los poemas y los hombres de palabras bien tejidas. Me derrite una metáfora, el golpe de un adjetivo, una remembranza sin exceso de artículos..." Cómo mezclar semejante y maravillosa declaración con la palabra pecado? no, no, no, eso es imposible....
Me fascinan las etiquetas y hoy aprendo de tu "error".
Gracias!
Ophir
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