A Eugenio Montejo, i.m
Y a Andrés Rodríguez, por contarme al Montejo de su Mesón
en el altar de la tercera mesa
el poeta requería cabrito
o cordero con judías rojas
nadie adivinaba si andaba diurno o abolido
si venía de dar tumbos en la niebla
si un milenio resquebrajaba sus dones de hoja
una sola vez almorcé en sus cercanías
fue en Casa de Estudiantes de Madrid
(otoño de 2005)
creo que ambos nos conformamos
con un rissoto verdeado
por insípidos espárragos
aquella comida
especiada de vocablos que pasaban de largo
no fue obediente
ni remontó otros ventrílocuos mesones
no agujereó la espesura de la patria crucial
no simplificó la audaz tarea de acompañarse
empeoró más bien
en la artesanía de un azar
que nunca más admitió compartir
un viaje
un higo
un relámpago
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